“Sobre monstruos“, Miquel Molina

El padre del niño francés Enis Kocakurt ha definido al violador de su hijo como un monstruo que no debe ser tratado con las cautelas que la ley establece para los seres humanos. Yel presidente Sarkozy, atento siempre a la temperatura popular, ha respondido anunciando la creación de hospitales cerrados para pederastas, la apuesta por la castración química y la eliminación de las reducciones de condena. Los abruptos términos elegidos por Sarkozy (castración,hospitales cerrados)sintonizan con el sentir popular de que estos delincuentes deben ser tratados como monstruos. Sus palabras tienen, además, un valor innegable: dinamitan la sensación de fatalismo que acompaña la salida de la cárcel del delincuente sexual no rehabilitado. Son unas medidas, en definitiva, que muestran la decisión del Gobierno de enfrentarse al problema con la contundencia que exige en caliente el ciudadano.

Pero ¿son realmente esas iniciativas reflejo de la decisión firme de resolver el dilema entre un sistema jurídico garantista y un perfil de agresor irrecuperable para la convivencia en sociedad?

Una semana después del anuncio de Sarkozy, la realidad que emerge del debate francés señala que las propuestas presidenciales, sean acertadas o no, enmascaran tanto el fracaso de leyes anteriores como el colapso del sistema penitenciario. Analistas consultados por el magazine del conservador Le Figaro coincidían el domingo en resaltar las carencias que esconde la apelación presidencial a los instintos más básicos, aquellos que nos invitan a desear secretamente la eliminación de raíz de un mal tan inasumible. Apuntaban, por ejemplo, que la ley francesa ya prevé que el pederasta siga tratamiento médico, que ya existe un seguimiento posterior a la condena y que la colocación de un brazalete electrónico es perfectamente legal. Se recordaba además que la reducción automática de penas que ahora se pretende revocar - ya está eliminada, por cierto, del ordenamiento español- se aprobó hace sólo tres años, siendo Sarkozy ministro del Interior. Y, en la línea de lo denunciado la semana pasada por las asociaciones de jueces, se constataba que, por la falta crónica de medios, los pederastas y otros violadores no reciben apoyo psicológico mientras están en prisión. Por no hablar de la circunstancia tal vez anecdótica, aunque sangrante, de que el violador de Enis lograra que le recetaran Viagra en la enfermería de la propia cárcel. Pero la aparente precipitación del Elíseo en su reacción ante la violación de un niño no resta interés a sus planes. En Catalunya, la salida en libertad de violadores no rehabilitados ha suscitado una controversia comparable a la francesa. Aquí, no pocos políticos y opinadores declinan pronunciarse a la espera de que lo haga la comisión de expertos designada por el Govern precisamente para aportar soluciones al problema. ¿Que se trata del recurso fácil a dejar que opinen otros, con el inconveniente añadido de que no es la Generalitat, sino el Gobierno, el que puede legislar sobre el tema? ¿O más bien es una prueba de sensatez dejar hablar a los que entienden de leyes, de salud mental, de prisiones o de testosterona?El perfil de los expertos que integran la comisión invita a optar por esto último. Probablemente, su trabajo no alumbrará soluciones espectaculares. Nos atrevemos a aventurar que el fruto de sus deliberaciones será una serie de propuestas - también de carácter educativo- cuya suma nos iluminará mejor el camino que optar por soluciones tan drásticas como mediáticas. Y que la iniciativa de inhibir químicamente la libido del agresor sexual que se preste a ello, de recibir el visto bueno de los expertos, será sólo una idea entre muchas otras.

lavanguardia, 28-VIII-07.