´Montilla y Rosell´, Xavier Bru de Sala

Tarde o temprano tenía que suceder. El Madrid político y mediático sólo admite dos cosas de Catalunya y los catalanes: el servilismo y el disimulo de las cifras discriminatorias. Los admite, pero el menosprecio, que nos debemos haber ganado a pulso, conduce a que tampoco los premie. Por eso Rosell ha dado algunas cifras elocuentes. Por eso, porque el Madrid como centro de poder es un hecho eterno, el president Montilla - qué vergonzoso regatearle el título- ha pronunciado algunas palabras. Nadie les ha hecho caso, pero ahí quedan ambas. Unas van ligadas a las otras. Las cifras de Foment se fundamentan en lo gastado efectivamente, no en lo prometido. Las palabras de Montilla no serían tales si la financiación de la Generalitat no hubiera empeorado, que ya es decir, o tuviera perspectivas de mejorar a corto plazo. Recuerden los olvidadizos que Solbes negó los miles de millones por el incremento de población a la que atender con servicios. Eso, que es ya irreversible para el próximo ejercicio, significa una pérdida de calidad que vamos a notar, que se añadirá al descontento actual, y de la que la Generalitat, la administración responsable de educación y sanidad, va a ser señalada como culpable. ¿De qué manera puede uno nadar bien con un lastre en un pie y una mano que acogota? No hay buena obra de Govern sin una mínima proporción entre competencias y presupuestos.

Cierto es que las cifras del Estado para el año que viene prevén por primera vez las inversiones en infraestructuras correspondientes al peso económico o lo aportado por Catalunya a la riqueza de España o las arcas del Estado (no a la población). Es una gran noticia, y ha sido destacada con suficiencia. Pero además de la contrapartida señalada, el grave empeoramiento de la financiación de la Generalitat, hay que tener en cuenta que se trata de una año electoral, que las elecciones caen en el primer tramo del año, de manera que, una vez pasadas, bastará con dejar de cumplir - como siempre- unas cuantas previsiones para que volvamos a acercarnos a los déficits históricos.

En todos los altavoces mediáticos de ámbito español, con sede en Madrid sin excepción, arrecian y se fomentan las protestas por la lluvia de millones que va a caer sobre los catalanes, que son quienes menos se lo merecen. Que caerá según previsiones cuya fiabilidad de sobras conocemos, pero da igual, se hacen los agraviados como si ya hubiera caído. ¿Cómo pretender, con este clima, que se den las condiciones para negociar un plan de recuperación, ni que sea parcial, de los atrasos?

Para posibles arreglos, la actitud del resto de España hacia Catalunya debería cambiar como un calcetín que se da la vuelta. No lo esperen. Tal vez, en el fondo, a los catalanes nos consideran mal y nos discriminan por serviles y malos defensores de nuestros intereses. Pero nada de eso cambiará hasta que las amenazas de nuestros líderes cobren visos de credibilidad.

lavanguardia, 12-XI-07.