´We are the champions my friend´, Quim Monzó

Estos días la prensa explica que hubo problemas en un partido de fútbol jugado el otro fin de semana en el campo de Fuente el Saz de Jarama, en Madrid. Se enfrentaban el equipo local de cadetes y el de la Agrupación Deportiva Alcobendas. En el equipo del Club de Fútbol Fuente el Saz juegan cuatro muchachos inmigrantes: dos marroquíes, un colombiano y un uruguayo.

El equipo local marcó un gol. El entrenador visitante se cabreó. Le dijo al árbitro: "No tienes ni puta idea. ¡Tú de aquí no sales vivo, cabrón!". El árbitro lo expulsó. Una veintena de seguidores del Alcobendas, padres de los muchachos jugadores - de entre catorce y dieciséis años- empezaron a gritar: "¡Negros de mierda!", "¡Putos moros!", "¡Hijos de puta, volved a vuestro país en una patera, sudacas, y a ver si os ahogáis!".

El árbitro suspendió el encuentro y dio la victoria al Fuente el Saz por 3 a 0. Ni corta ni perezosa - en un gesto resuelto-, la Federación de Fútbol de Madrid ha decidido que los hechos son condenables y ha impuesto a la Agrupación Deportiva Alcobendas una multa ejemplar: ¡de 20 euros! Así sabrán lo que es bueno.

Cualquiera que haya asistido a partidos de fútbol infantiles o juveniles habrá podido comprobar en vivo y en directo de qué pasta están hechos muchos padres. Habrá visto las caras desencajadas y habrá oído los gritos pidiendo patada al tobillo de los jugadores contrarios. Durante años asistí a partidos escolares - de fútbol sala y de baloncesto- y comprobé cómo, en muchos casos, los padres depositan en sus hijos todas las esperanzas de realización deportiva que en ellos se han visto frustradas. Los hijos son la prolongación de sus padres en el terreno de juego, y aunque tengan pocos años, el espíritu competitivo marca la ley. Ni educación, ni deportividad, ni buenos modos ni respeto. Y, si impera el espíritu gregario (el grupo, el anonimato del rebaño), las conminaciones a darle fuerte a los jugadores contrarios - tengan doce años o nueve- afloran si el barniz de urbanidad de los padres es más bien escaso.

Con ese panorama, ¿cómo no iba a haber insultos racistas, si se presentó la ocasión y, en general, las normas de comportamiento social no las condenan de forma clara? Si tenemos en cuenta que el gran entrenador Luis Aragonés (Sabio de Hortaleza y gloria del deporte hispano) llamó "negro de mierda" a Thierry Henry y no pasó nada - y fue seleccionador de España sin ningún problema, y hasta el despabilado de Eto´o lo disculpó-, pues ¿por qué no van a actuar como actúan los padres de los cadetes del Alcobendas? Seguro que, en su círculo social, hoy deben ser algo así como héroes, igual que Sergi Xavier Martín en el suyo.

Y aquí paz y allá gloria. Y a quien Dios se la dé, que san Pedro se la bendiga. Ycon queso, pan y vino, se anda mejor el camino.

lavanguardia, 31-X-07.