´Que no cunda el pánico´, Quim Monzó

El titular de la primera página de la sección de Política de ayer era impactante: "Montilla alerta en Madrid: Catalunya puede decir ´adéu, Espanya!´". Ahí es nada: "Adéu, Espanya!".

Convenientemente leída y releída, la alerta de Montilla tiene la virtud de la ambigüedad. Puede interpretarse como una advertencia a los políticos españoles, hecha a favor de los intereses de aquí, pero también puede interpretarse como un aviso a favor de los intereses de allá, para que la situación no empeore y se evaporen los votos. Es lo bueno que tiene ser del PSC, que desde la transición es la bisagra institucional catalano-española por excelencia. Dicho sea ello con permiso de CiU, que fue - y se postula aún- como bisagra todoterreno, para quien sea que gobierne, y para lo que guste mandar.

Dicen las crónicas que Montilla detalló en Madrid que los catalanes están hartos. Hartos de la desatención del Estado, hartos del caos de infraestructuras, hartos de la desfachatez de Magdalena Álvarez, hartos del anticatalanismo de la España eterna, hartos de que se vayan a cepillar definitivamente el Estatut (previamente cepillado ya a la guerrista manera). Avisó de que aquí hay "cabreo, recelo, escepticismo, pesimismo...", de que puede haber "graves consecuencias políticas, a medio y largo plazo, de una desafección emocional de Catalunya hacia España", de que crece un "alejamiento de Catalunya que podría llegar a ser irreversible". El acabose, vaya.

Francamente, no hay para tanto. Desde estas páginas me gustaría enviar un mensaje de tranquilidad a todos los políticos y medios de comunicación españoles que se hayan preocupado por las palabras de Montilla. (Si es que alguno se ha preocupado, claro está. Por el tratamiento que El Mundo,El País y similares han dado a las palabras de Montilla queda claro que les han entrado por un oído y les han salido por el otro). Que los catalanes están hartos del caos, de la ministra y de la xenofobia anticatalana es cierto. Pero no se crean lo de las posibles consecuencias políticas graves. La desafección hacia España no es nada nuevo. Existe desde hace siglos y es por esa desafección que, durante generaciones, los catalanes han sido domesticados para vivir con ella. Por eso en la cima de Montjuïc ha habido desde el XVII un castillo militar, para que las bombas queden claras.

Hartos, recelosos o cabreados, los catalanes van a seguir agachando la cabeza. Lo insinuó el mismo Montilla en otro momento de su discurso en Madrid: "Si nos dejáramos llevar por lo que a veces se discute en los ámbitos políticos y mediáticos, en Catalunya tendría que haber una auténtica sublevación". Dijo también que los ciudadanos catalanes "son más maduros de lo que muchos piensan". En este caso, maduros significa sumisos y pusilánimes.

O sea que, tranquilos, amigos. Ustedes a lo suyo. Y por el dinero no se preocupen, que la vaselina la vamos a seguir pagando nosotros.