ŽDemocracias sin liberalismoŽ, Ferran Requejo

Los populismos pueden entenderse de varias maneras. Una de ellas es hacerlo como sistemas democráticos en los que ha desaparecido el liberalismo político como elemento institucional vertebrador de dichos sistemas. Los populismos tienden hacia el grupo de las "democracias no liberales" contemporáneas.

La democracia es una idea antigua. Como es bien sabido, remite a la experiencia de la Grecia antigua. Ya ciertos filósofos, historiadores y políticos griegos (Aristóteles, Tucídides, Isócrates) que vieron en la democracia de la Atenas de los siglos V y IV a. C. elementos importantes que mantener, realizaron críticas de calado a como funcionaba en la práctica la democracia. Entre estas críticas cabe mencionar la irracionalidad y demagogia cuando se apela a las emociones de grandes audiencias, la irresponsabilidad política cuando las decisiones las toman grupos amplios, o las malas decisiones cuando los que las toman tienen poca competencia técnica.

A partir del siglo XVII, el liberalismo político ofreció un modo distinto de organizar el poder. Los objetivos básicos: proteger una serie de derechos y libertades, y garantizar que el poder político tuviera límites en su actuación, fuera quien fuera quien lo ejerciera. Ello se puso en práctica a través de una serie de técnicas: constituciones y cartas de derechos y libertades, separación de poderes, principio de legalidad, elecciones para cámaras representativas, pluripartidismo, etcétera. Más tarde, la perspectiva democrática reapareció de la mano de movimientos que fueron capaces de incrustar en las instituciones liberales aspectos democráticos que hoy nos parecen evidentes: sufragio universal, derecho de asociación, manifestación, huelga, derechos sociales, etcétera. A partir del siglo XXse consolidaron las democracias liberales, una manera concreta de articular elementos democráticos alrededor de un núcleo liberal previo.

Acentuar los elementos democráticos arrumbando los de carácter liberal supone deslizarse por una pendiente que dinamita el pluralismo, las libertades y el Estado de derecho. La democracia puede ser enemiga de la libertad, de las libertades prácticas. El reverso del paternalismo populista es la infantilización de la sociedad; el anverso, la corrupción del gobierno. En la historia contemporánea hay ejemplos sobrados de lo que ocurre cuando se postulan democracias verdaderas en nombre de la libertad y de la igualdad auténticas. Los populismos suponen otra versión de unos riesgos que tienen raíces muy antiguas y que ejemplifican los lados oscuros de las "democracias sin liberalismo".

 

 F. REQUEJO, catedrático de Ciencia Política, UPF. Autor de ´Las democracias´ (Ariel). ferran. requejo@ upf. edu
lavanguardia, 18-XI-07.