histeria y represión chinas por el Dalai Lama

Rongyal Adrak subió al escenario, le arrebató el micrófono a un funcionario y gritó: "El Dalai Lama debe regresar a Tíbet, ¿sí o no?". Era el 1 de agosto, durante la celebración de la fundación del Ejército Popular de Liberación. Poco después el espontáneo fue detenido.

Esta semana, un tribunal de Sichuan ha condenado a Adrak, de 52 años, a ocho años de cárcel por "incitación al separatismo". En la misma provincia, que incluye una gran zona tibetana, otras tres personas han sido condenadas a entre tres y diez años por "espionaje" y "separatismo".

El exiliado (desde 1959) Dalai Lama tiene muchos seguidores en Tíbet. Para China será muy difícil normalizar la situación sin llegar a un consenso con todo lo que el Dalai Lama representa, señalan en Pekín observadores tibetanos de prestigio y autoridad. Pero las autoridades chinas están instaladas en la ilusa idea de que el mero desarrollo económico y social de Tíbet acabará disolviendo el nacionalismo y el ansia de una autonomía real. La realidad, indican fuentes muy bien informadas, es que ese desarrollo se está produciendo en Tíbet al margen de la población. A los problemas que el desarrollismo ocasiona en el conjunto de China en Tíbet hay que sumar el hecho de que ese progreso es visto allí como algo foráneo e impuesto.

Si los incidentes y detenciones con motivo de las celebraciones espontáneas por la medalla que el Dalai Lama recibió del Congreso de EE. UU. forman parte de la crónica habitual tibetana, en los últimos meses crece el deterioro de la imagen exterior de China por motivo de Tíbet. Todo indica que las cosas empeorarán, aún más, para los Juegos Olímpicos del 2008.

En septiembre la canciller alemana, Angela Merkel, recibió en privado al Dalai Lama en su despacho oficial de Berlín. Merkel rompió una tradición europea, sostenida durante varios años y especialmente en Alemania, de intentar no irritar a China. La UE asumió el tabú chino de hacerle el vacío al Dalai Lama. Merkel lo rompió y China se ha vengado, anulando contactos bilaterales con Alemania e incluso rechazando una visita del ministro de Finanzas germano, Peer Steinbrück, a Pekín. La crisis entre Alemania y su principal cliente y socio en Asia está servida y le puede costar a Berlín muchos millones de euros en contratos y oportunidades perdidas.

Pero la situación no está exenta de riesgos para la propia China. Incluso si Alemania se acaba plegando a la lógica empresarial, el prestigio de China saldrá tocado. Nadie en Europa ve con buenos ojos la histeria de Pekín en el asunto del Dalai Lama. El gran peligro para China es que otros países europeos se harten de las presiones chinas en este tema y se sumen a la actitud de Merkel.

R. Poch, lavanguardia, 24-XI-07.