"Democracias", Màrius Carol

Cada vez son más los ciudadanos que piensan que hay que llevar nuestra democracia a la ITV porque urge cambiar las pastillas de freno, cargar las baterías y pasarla por el planchista. Eso de tener que votar una lista cerrada confeccionada por los aparatos de los partidos donde a veces descubrimos personajes impresentables, a los que no nos podemos dar el gusto de borrar de un plumazo, debe corregirse. Cómo mejoraría nuestro sistema si pudiéramos votar al representante de nuestro distrito, sabiendo qué cara tiene y a qué horas recibe para poder pedir cuentas por su actuación como les ocurre, por ejemplo, a los británicos. E incluso habría que estudiar cómo penalizar a los partidos por el incumplimiento de los programas para que no les saliera gratis defraudar a sus electores.

En este sentido, a diario, los periódicos traen noticias que alteran ese momento placentero de mojar el bizcocho en el café y que, aparte de hacernos manchar la corbata (y una corbata después de pasar por el tinte nunca vuelve a ser la misma corbata), nos invitan a manifestarnos por el pasillo de casa pero sobre todo evidencian la desprotección de los electores frente a la impunidad de los elegidos. Esta misma semana, un secretario de Estado de Hacienda, con rostro y nombre de secretario de Estado de Hacienda, inauguró unas jornadas y, como quien no quiere la cosa, soltó que estudian reducir las desgravaciones fiscales de los planes de pensiones, lo que no sólo no estaba en el programa del PSOE, sino que además fue una medida impulsada por Pedro Solbes hace diecisiete años cuando el vicepresidente económico era ministro de Economía. Y encima, a modo de pedorreta, argumentó que las desgravaciones benefician a rentas altas, cuando la mayoría de los cinco millones de suscriptores de planes son asalariados.

En mitad del barullo, Joaquín Lorente, publicitario de éxito y asesor en diferentes épocas de Felipe González, Jordi Pujol y Pasqual Maragall, acaba de publicar una novela titulada Ciudadanos de la Tierra. com en la que plantea un escenario de futuro donde se genera un movimiento en internet para regenerar la democracia. La propuesta contempla que todos los partidos dispondrán de cien puntos para repartir entre los objetivos de su programa. Quien gane será auditado por un tribunal superior. Cada año el partido en el poder debe sumar, como mínimo, 85 puntos y cuando se lleven dos años sin obtenerlos se convocarán elecciones anticipadas.

La novela resulta tan sorprendente como la propuesta de su autor. En el fondo, propone un carnet por puntos como el de los automovilistas pero llevado a los políticos. No aclara Lorente si en esta democracia renovada se haría soplar a algunos políticos a la salida de unas jornadas en las que soltaran una majadería.


Màrius Carol
, lavanguardia, 19-XI-2004