´O ustedes o yo´, Francesc-Marc Álvaro

Miles de especulaciones se vierten estos días sobre las posibles causas de la falta de excelencia en nuestras escuelas, según los datos del último informe PISA, que analiza los conocimientos y las competencias de los estudiantes europeos de 15 años en comprensión lectora, matemáticas y ciencias. Se habla de las inversiones públicas, del prestigio profesional de los docentes, de las muchas funciones que se le exigen hoy a la escuela… Dejo a un lado los expertos en tan sensible materia, busco la luz de un humanista, de un sabio generalista que encarna lo mejor de la herencia ilustrada.

Doy con unas palabras de George Steiner sobre la educación escolar cuando él era un crío, en los años treinta del siglo pasado: "En Francia íbamos al jardín de infancia con blusa azul, llevábamos la cesta de la comida y nos poníamos firmes cuando entraba el maestro. Bueno, pues entra el maestro - aún recuerdo su nombre-, mira a aquellos críos de cinco o seis años y dice: ´Señores, o ustedes o yo´. Entonces supe cuál es el objeto de toda teoría de la enseñanza: o ustedes o yo. Cuando oigo hablar a los colegas acerca de la formación de los maestros en América, yo suelto una risita sarcástica, porque el arte de enseñar se reduce a saber lo que quiere decir esa expresión". El arte de enseñar implica fijar el lugar exacto de cada cual dentro del aula y, por tanto, la dirección adecuada del acto docente.

Se trata, como es evidente, de una tensión constante entre el emisor y el receptor del saber, que incluye el peso de la autoritas pero va más allá. No hablamos sólo de jerarquía, sino de práctica: el maestro acompaña al alumno por caminos nuevos, le coloca frente a su ignorancia para que la supere, lanza las preguntas adecuadas para romper los límites. No es sólo aprender a pensar, es construir el hábito de hacerlo con eficacia y seguridad. O ustedes o yo, de lo contrario el sentido profundo del aprendizaje se disuelve en el relativismo, la anomia, el capricho y la banalidad.

Más que por la general infantilización de la sociedad o por una corrupción acelerada de la pedagogía llamada "activa" en otras décadas, el "ustedes" estudiantil ha ganado preeminencia sobre el "yo" del docente a partir de la gran brecha abierta por la confusión contemporánea de dos conceptos cercanos, pero radicalmente distintos: información y conocimiento. El profesor nos obliga a entrar en el bosque espeso del conocimiento mientras un mundo de máquinas maravillosas nos ofrece información de cómodo acceso, en cantidades infinitas. ¿Para qué queremos maestros cuando tenemos el Google? La sutil distinción entre conocer e informarse es irrelevante para el "ustedes" y muchas de sus familias. "Si el niño tiene ordenador en el aula, ¿para qué pagamos a tantos profesores?", dirá el padre, con la perspicacia habitual del que confunde el culo con las témporas.

O ustedes o yo. El maestro convertido en lujo, a la espera de ser pura arqueología.

lavanguardia, 7-XII-07.