"El infierno en Ruanda y Darfur", M. Aguirre

Mariano Aguirre, experto en cuestiones internacionales.

Diez años después de la matanza de casi un millón de personas en Ruanda, se estrena la película Hotel Rwanda, que cuenta cómo tres millones de personas, entre muertos, heridos y desplazados, fueron abandonadas por Estados Unidos, Francia y la burocracia de las Naciones Unidas. Una década después de aquella catástrofe, y pese a las disculpas del ex presidente Bill Clinton y a diversas investigaciones, en Darfur (Sudán) se están produciendo violaciones masivas de los derechos humanos. Entre tanto, los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU discuten sin tomar medidas. En apariencia se trata de intervenir o no intervenir militarmente, pero la cuestión es:

¿debe el sistema internacional contar con mecanismos para la prevención de matanzas y para la intervención militar en los estados soberanos cuando éstos no garantizan la seguridad de las personas?

En 1993, en Ruanda el Gobierno y el Frente Patriótico Ruandés (FPR) firmaron un frágil acuerdo de paz. Las dos identidades del país, hutus y tutsis, recelaban entre sí luego de décadas de enfrentamientos. Se formó un gobierno provisional, miles de exiliados armados volverían desde Uganda y habría elecciones. La ONU se ocuparía de verificar el proceso. El teniente general canadiense Romeo Dallaire fue encargado de la misión.

Dallaire solicitó un contingente de 5.500 efectivos para poder controlar una situación que se hacía más explosiva, dado que grupos extremistas hutus querían boicotear el proceso de paz y lanzar una matanza contra los tutsis y hutus moderados. En sus memorias, Shake hands with the devil (´Dándose la mano con el diablo´, Random House, Canada, 2004), cuenta esa operación, su lucha contra la burocracia de la ONU, los inútiles llamados a la diplomacia francesa, estadounidense y de otros países para que destinaran ese puñado de efectivos, la falta de presupuesto para alimentar a los 450 efectivos de Holanda, Hungría, Bangladesh, Zimbabue y otros países que le acompañaban. Relata también la forma en que 15 soldados belgas fueron asesinados por las milicias interahamwe sin que el Gobierno belga u otros hicieran nada por impedirlo.

El enviado especial del entonces secretario general de la ONU,Boutros Ghali, modificaba los informes urgentes que hacía Dallaire para no alarmar a su jefe, los burócratas en gobiernos y la ONU bloquearon la iniciativa mientras los jefes de Gobierno en Washington y París miraron hacia otro lado. ¿Las razones? La atención internacional estaba centrada en los Balcanes y en 1992 había fracasado la misión de la ONU y Estados Unidos en Somalia. Pero especialmente había tres razones que ofrece Dallaire: Ruanda no tenía ningún interés estratégico, la población era negra, y haber aportado fuerzas a la misión en ese país era dar legitimación a la ONU.

El resultado fue una terrible matanza y el impacto de esa violencia todavía continúa. Dallaire explica: "Desde el éxodo desde Ruanda en 1994 hasta que la violencia volvió a estallar en el 2003 se ha estimado que murieron 4 millones de personas en Congo y la región de los Grandes Lagos, y hasta hace poco el mundo no hizo nada excepto enviar una misión de mantenimiento de la paz sin mandato y poco equipada".

Actualmente las víctimas en diversos conflictos siguen sin protección. Darfur no es Ruanda, pero hay una población que ha sido durante décadas abandonada por el poder central en Jartum y sometida a crímenes masivos. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, ha pedido esta vez insistentemente al Consejo de Seguridad que apruebe el envío de tropas para frenar "este infierno en la Tierra". La Unión Africana ha sido elegida para que lleve a cabo la operación militar, pero no tiene los medios económicos ni militares para hacerlo.

En el verano pasado era urgente intervenir. Ocho meses después el debate está, primero, sobre si en Sudán hay genocidio (y entonces los estados que han firmado la convención sobre este supuesto deben actuar) o violaciones masivas de los derechos humanos (que es menos vinculante). Segundo, se discute si juzgar los crímenes en Darfur ante la Corte Penal Internacional (posición de casi toda Europa) o crear un tribunal especial para juzgar los crímenes en Darfur (posición de Estados Unidos para deslegitimar a esta Corte).

Estos debates, que van de lo semántico a lo cínico, de poco sirven para frenar la violencia, y los 500 efectivos de la Unión Africana se encuentran tan inútiles como los que tenía el teniente general Dallaire en Ruanda hace una década. Francia se niega a que se intervenga en África (mientras lo hace en Costa de Marfil), Estados Unidos agita el tema mientras lo frena, Gran Bretaña ofrece tropas pero no las manda, y el encargado de la política exterior y de seguridad de la UE, Javier Solana, mantiene su tradicional política oscilante.

La propuesta de Annan, respaldada por centros de investigación y ONG, de crear una fuerza permanente de reserva que intervenga de forma inmediata para impedir genocidios es un paso importante, porque es urgente que, en algunos casos y cuando no hay otras medidas, la comunidad internacional actúe preventivamente con mandatos claros. Ningún interés geopolítico es mayor que proteger la vida de millones de personas, y en el largo plazo genera más estabilidad. Toda una oportunidad para que el Gobierno español apoye la idea de una fuerza de prevención del genocidio en la Unión Europea y en las Naciones Unidas.

lavanguardia, 3-III-05