´Compromiso y educación´, Carme Alcoverro

Supimos antes que nadie los resultados del informe PISA, alguien los filtró. Por ello Finlandia pidió que no participemos en el próximo informe, el del 2009. Los fineses son serios. Su Estado de bienestar, con políticas sociales y culturales muy desarrolladas, se sustenta en un fuerte compromiso de la sociedad. Antes que nada, el de las familias, las primeras responsables de la educación de sus hijos. Un inciso: los fineses son los más lectores del mundo y, en Catalunya, la mitad de la población no lee ni un libro al año. Segundo, el compromiso del profesorado, con una sólida formación (sólo acceden a los estudios un 10% de los que los demandan; aquí con poco más de 5 se podía estudiar Magisterio hasta hace poco). Además, el crecimiento de la población escolar por la inmigración y el aumento de una hora en primaria (por cierto, en Finlandia los alumnos están menos horas en las escuelas que aquí) ha obligado a contratar sin demasiadas exigencias. No puede haber compromiso del profesorado si se pide a la escuela más de lo que le corresponde y si no hay respeto hacia la profesión. Nuestra escuela es el reflejo de una sociedad compleja y consumista: la política de la gratificación urgente no es la mejor medicina para enseñar el esfuerzo necesario para aprender. Los fineses lo tienen claro; amén de una fuerte conciencia ecológica. Y el tercer compromiso, la equidad: más inversión en la base, enseñanza individualizada y pocos alumnos y juntos, sobre todo, en primaria. Y con resultados muy parejos entre las escuelas. No es nuestro caso. La mayoría de nuestros escolares en el último informe PISA están situados en la mitad de la tabla, con poca excelencia. Y en todos los estudios, hay además un grupo bastante amplio con resultados muy bajos. Nuestro modelo actual no consigue que lo que aporta la escuela en la educación (un 30%) equilibre las desigualdades. Hundido nuestro tejido industrial, elegimos una sociedad de servicios y ladrillo. Con ínfima innovación. Hasta ahora elmercado absorbía la mano de obra poco preparada y barata. Hemos hecho grandes esfuerzos de acogida asistencial, escolar y sanitaria, pero eso no basta. En Finlandia, en los noventa, tenían una elevadísima tasa de paro a consecuencia del hundimiento de la Unión Soviética, y lo resolvieron gracias a la decidida apuesta, iniciada en los setenta, por la educación. Claro, no somos Finlandia, pero si queremos seguir sus pasos, necesitamos el compromiso de la sociedad: la vieja y la nueva. Y para ello no valen ni la doble moral ni el autoengaño.
 Carme Alcoverro, catedrática de educación secundaria y directora de la revista ´Escola Catalana´, 27-XII-07, lavanguardia