(Pakistán) ´El huevo de la serpiente´, Xavier Batalla

Pervez Musharraf, presidente de Pakistán, contaba con un extraño aliado para permanecer en el poder después de las elecciones legislativas del próximo 8 de enero, en las que Benazir Bhutto, asesinada ayer, parecía favorita. El aliado de Musharraf es un doctor que durante un tiempo trabajó como taxista en Chicago.

Occidente tiene motivos para estar preocupado. Pakistán es una fuente del radicalismo islamista y el lugar donde Osama bin Laden puede haber hallado refugio. Por eso Bernard Henry-Lévy ha escrito que Pakistán es "la encarnación del mal en estado puro" (¿Quién mató a Daniel Pearl?, Tusquets, 2003). Sea como fuere, Pakistán es un enigma contemporáneo. Apoya a George W. Bush en la guerra contra el terrorismo, pero es una fábrica de talibanes y miembros de Al Qaeda, y es un país donde no abunda la ciencia, pero tiene la bomba atómica.

Pakistán está dividido en cuatro grandes grupos. Los beluchis son el principal grupo étnico de Beluchistán. Los pastunes, que son la etnia mayoritaria en Afganistán y granero de los talibanes, dominan la provincia Frontera del Noroeste. Los sindis, la segunda etnia, se esparcen por el Sind, pero en sus ciudades, empezando por Karachi, los mayoritarios son los mohajirs, musulmanes que huyeron de India cuando el Subcontinente accedió a la independencia en 1947. Y los punjabíes, que son los prusianos de Pakistán, dominan el ejército, un Estado poderoso dentro del Estado fallido.

Las recetas para mantener unido este complejo rompecabezas han sido de dos tipos: la occidentalización y el islamismo. En los años setenta, el primer ministro Zulfiqar Ali Bhutto optó por Occidente, pero acabó en la horca; su verdugo, el general Zia ul Haq, tomó la dirección contraria mientras permaneció en el poder, entre 1977 y 1988. La hija de Ali Bhutto, Benazir, prooccidental, se convirtió después en la primera jefa de Gobierno de un país musulmán; pero duró poco. Y su sucesor, Nawaf Sharif, un protegido de Ul Haq, volvió a la islamización; pero fue derrocado en 1999 por el general Musharraf, un mohajir.

¿Quién ha matado, entonces, a Benazir, la candidata de Estados Unidos? ¿Los islamistas, los servicios secretos militares o los seguidores de Altaf Husain, un antiguo taxista de Chicago que huyó de Pakistán en 1992 y que ahora vive en Londres? El partido de Husain, el MQM, domina Karachi, ciudad de 18 millones de habitantes, y está enfrentado a los sindis que lideraba Bhutto. Por eso Musharraf, que contó con sus votos para ser reelegido presidente por el Parlamento, necesita su apoyo para después de las elecciones legislativas. Y el MQM también es útil para Musharraf porque, después de haber sido sinónimo de mafia durante decenios, ahora se opone a los islamistas. Iraq no era el problema pero fue invadido. Pakistán, que parece ser un aliado, es el huevo de la serpiente.

28-XII-07, Xavier Batalla, lavanguardia