´Sobre todo, no descuidarse´, Quim Monzó

Las declaraciones del obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, al diario La Opinión han sido reproducidas por toda la prensa. Las que da sobre Jiménez Losantos y sobre la homosexualidad no descubren nada que no hayamos oído muchas veces en boca de otros obispos o de la congregación episcopal en pleno. Las sorprendentes son las que se refieren a las relaciones sexuales con menores. Dice el obispo Álvarez a propósito de si son consentidas o no: "Puede haber menores que sí lo consientan y, de hecho, los hay. Hay adolescentes de trece años que son menores y están perfectamente de acuerdo, y además deseándolo. Incluso si te descuidas te provocan". La disertación se completa con un final inapelable: "Esto de la sexualidad es algo más complejo de lo que parece".

¡Y tanto! Que se lo pregunten a Humbert Humbert: "Lolita, light of my life, fire of my loins. My sin, my soul. Lo-lee-ta: the tip of the tongue taking a trip of three steps down the palate to tap, at three, on the teeth. Lo. Lee. Ta." Es la provocación. La misma que también notan los que, cuando ven por la calle a un bombón con minifalda, dicen (o piensan): "Es que, vestida así, ¡lo está pidiendo a gritos...!". Y es que, realmente, a la que te descuidas te provocan. Luego está lo poco simple que es todo: "Esto de la sexualidad es algo más complejo de lo que parece". A fe mía que sí. Lo es incluso para aquellos a los que, de entrada, lo complejo de la sexualidad les resulta apasionante. Si será compleja que hace cuatro años me compré The encyclopedia of unusual sex practices y aún encuentro allí posibilidades que nunca había imaginado.

Aunque "incluso si te descuidas te provocan" debe querer decir que, si no te descuidas, no te provocan. ¿Y cómo haces para no descuidarte? Pues estando siempre ojo avizor, para impedir cualquier provocación. A la que ves que un menor pone cara de irte a provocar, le dices: "Eh, tú, chaval, a mí no me provoques, ¿eh?" Pero suena a frase de chulo de barrio. Otra solución es girar la cabeza y mirar hacia otro lado. Hacia el anciano con enfisema pulmonar que toma el sol en su silla de ruedas, por ejemplo.

¿Y así - simplemente girando la cabeza- impides que te provoquen? Pues no estoy del todo seguro. Igual ellos siguen ahí, dale que te pego, provocándote. Pero como tú no los ves - ¡no tienes ojos en el cogote!- no te enteras. Silbar Siboney puede ser de ayuda. A lo largo de los años he comprobado que no hay melodía mejor para remarcar el arte del disimulo.

El problema se presenta cuando, al girar la cabeza para apartar la mirada del menor provocador, encuentras en el campo de visión a otro menor también provocador. ¿Qué haces entonces? Hay que reconocer que el mundo se está poniendo imposible. La sexualidad es complicada, realmente. No son trigo limpio ni los niños, tercos diablillos traviesos.

29-XII-07, lavanguardia