´¿Pero cómo no va a ser plana la Tierra, hombre?´, Quim Monzó

El próximo viernes se cumplirán noventa años del reconocimiento de la independencia de Finlandia por parte de la Unión Soviética. A los que nacimos en un mundo en el que Finlandia ya era independiente, de niños nos desconcertaba leer en los libros que durante siglos no lo fue.

Y en cambio, en 1917, para muchos lo desconcertante debió de ser la noticia de la secesión. Lo mismo sucedió con Chequia y Eslovaquia tal día como ayer hace quince años. Aquel 1 de enero de 1993, Chequia y Eslovaquia se dieron la mano educadamente y acabaron su matrimonio. ¡Cuantos artículos catastrofistas tuvimos que soportar entonces! Decían: ¿cómo es posible, en pleno siglo XX, levantar nuevas fronteras? Lo decían sin tomarse la molestia de indagar si esas fronteras eran realmente tan nuevas, ni de explicar qué tienen de malo si son necesarias. Lo único que repetían era que la desaparición de Checoslovaquia era una hecatombe para el equilibrio universal. Pues el "pleno siglo XX" es ya historia y estamos en el XXI, tan felizmente. Chequia y Eslovaquia - ambos estados independientes- son miembros de la Unión Europa y aquí no pasa nada.

Cuesta deshacerse de las ideas recibidas, cambiar el paisaje interiorizado. Esa sí que es una buena costra, y transversal. A mí me costó entender para qué necesitaba un ordenador para escribir si tenía una Olivetti que me iba de maravilla. ¿Otro caso? El comportamiento en los lugares públicos. Con el cambio de año, Portugal y Francia estrenaron ayer leyes del Tabaco. La de Portugal no sé cómo es, pero la de Francia prohíbe fumar en restaurantes, bares y discotecas. Ahora sólo se puede encender un cigarro en los "fumaderos", que son habitaciones herméticas y con extractores de aire.

También esa situación nueva resultará incómoda a muchos franceses que creen en la intocabilidad de lo recibido. En Maçanet de Cabrenys, pueblo fronterizo donde es habitual ver en los restaurantes a ciudadanos del lado norte de la raya - de Sant Llorenç de Cerdans, de Costoja, de Reiners, de Ceret...-, estos últimos años, cuando entraban fumando a un restaurante y el dueño les decía que aquí no está permitido, algunos se indignaban:

- Doncs a França als restaurants se fuma!

Desde ayer, los del "doncs a França als restaurants se fuma!" ya no pueden decirlo. Y - al haber optado Francia por seguir el ejemplo de Irlanda e Italia- pasarán además el mal trago de ver que, allí, fumar está aún más prohibido que aquí, por nuestra estúpida cláusula de los cien metros cuadrados. ¿Qué harán ahora mis amigos de Costoja y de Ceret? Pues indignarse durante un tiempo, hasta que en su cerebro la nueva idea desplace poco a poco a la vieja, ocupe por completo su lugar y se convierta en inamovible.