´La democracia en acción´, Lluís Foix

Mientras el presidente Bush se pasea como un fantasma por tierras de Oriente Medio para contemplar los efectos catastróficos de una guerra basada en una gran mentira, la democracia norteamericana ha vuelto a despegar para pasar página y elegir un presidente que sea capaz de rehacer el daño causado y recuperar el prestigio americano en el mundo.

En tiempos de la guerra fría, los analistas orgánicos europeos, la izquierda que siempre se levanta con la razón inmutable, vaticinaron que la dimisión forzada de Nixon en agosto de 1974 abría un periodo de decadencia de Estados Unidos. Y no fue así. Es más, cayó la Unión Soviética y la hegemonía militar, política y económica se impuso de forma casi inevitable.

No soy de los que piensan que la sociedad norteamericana es mejor o peor que la europea, la rusa o la china. Lo que distingue a Estados Unidos es una larga tradición de libertades que se han ejercitado ininterrumpidamente desde 1776 y muy especialmente después de la guerra civil que acabó en 1865 con la victoria de los valores que representaba Abraham Lincoln.

Las imperfecciones del sistema norteamericano son muy grandes. Van desde la desigualdad social hasta el funcionamiento encorsetado de muchas de sus instituciones. Superan los errores para caer en otros, pero siempre como consecuencia del ejercicio actualizado de las libertades.

Es muy pronto para hacer vaticinios sobre quién será finalmente el presidente electo el 4 de noviembre de este año. Sea quien fuere, corregirá los abusos y despropósitos de la presente Administración que ha abandonado la tradición liberal de Estados Unidos saltándose el derecho y sustituyéndolo por la fuerza y una visión unilateral de su papel en el mundo.

Es prudente no apostar por un caballo ganador o por la más que probable victoria del que resulte ser el candidato demócrata. No hay que descartar siquiera el triunfo de los republicanos.

En estas incipientes lides de primarias, de martes y supermartes hasta llegar a las convenciones respectivas, quiero señalar un hecho que me parece interesante. Tanto si sale Barack Obama como si es Hillary Clinton la candidata, no lo serán porque el senador por Illinois sea afroamericano o porque la senadora por Nueva York sea mujer. Este debate que en Europa nos cuesta tanto superar, sospecho que está más resuelto en Estados Unidos. Ha costado y mucho en un país en el que el racismo ha sido un serio problema de indignidad y en el que ninguna mujer ha ocupado todavía la presidencia de la nación.

La democracia norteamericana no es perfecta ni modélica. Pero tiene unos mecanismos, también imperfectos, que pueden corregir los abusos con las decisiones libres de sus ciudadanos. Es bueno recordar a Tocqueville cuando decía que no hay tiranía mayor que una democracia sin libertad.

Lluís Foix, 10-I-07, lavanguardia