´Por qué me voy a hacer homosexual´, Quim Monzó

En La gran novel·la sobre Barcelona,de Sergi Pàmies, hay un cuento en el que un hombre llamado Abel se aburre. El inicio es preciso: "Com que és diumenge i s´avorreix, l´Abel decideix fer-se homosexual". Dicho y hecho: se arregla y sale a la calle. Intenta fijarse en los hombres, aunque la mirada tiende a írsele hacia las mujeres. Es evidente que los hombres no le gustan pero, como ha decidido hacerse homosexual, procura mirarlos a ellos. Al cabo de un buen rato, uno le aguanta la mirada, se acerca a él y le propone ir a su casa. Antes de llegar empiezan ya los morreos y, cuando el desconocido le desabrocha el cinturón, Abel (que siente que todo va demasiado rápido) propone ir a una sauna, ya que según ha oído decir son lugares que los homosexuales frecuentan. Van, el desconocido lo obsequia con una felación y, acto seguido, se pone a cuatro patas y le pide a Abel que le meta el puño. Y así hasta que el domingo se acaba.

Abel se hace homosexual por aburrimiento. Lo mío será por previsión.

La vida da muchas vueltas y uno no sabe nunca cómo va acabar de la cabeza. Fíjense, si no, en el hombre ese que, en un centro sociosanitario de Lleida, ha matado a hachazos a su compañero de habitación ¡por lo mal que lo trataban los responsables del centro! Por eso, y por muchos más ejemplos que da la vida, visto que la azotea se te pone mal en el momento más impensado, voy a hacerme homosexual. Como a Abel, me costará no mirar las piernas de las mujeres, pero más se perdió en Cuba. Hace unos días oí por radio que en Gijón un señor mató a su compañero sentimental a cuchilladas y que, al ser hombre la víctima, no podía hablarse de violencia doméstica. Ay, caray. Mi intranquilidad se acrecentó ayer, al leer en este diario una crónica de Santiago Tarín: "Un juez ha anulado una sentencia de violencia doméstica porque, al final, la agredida, a pesar de su aspecto, era un hombre, o por lo menos así constaba en su DNI". Es decir: habían aceptado la denuncia por violencia doméstica porque creían que se trataba de una pareja heterosexual, pero - al descubrir que ambos son hombres ante la ley (uno se operó para cambiar de sexo pero aún no ha actualizado el carnet)- la denuncia por violencia doméstica es improcedente y los hechos pasan a la categoría de "pelea entre dos hombres, donde uno de ellos resultó con lesiones leves". O sea: que sólo hay violencia doméstica si la víctima es mujer. Con este panorama, no seré yo quien persevere en la heterosexualidad.

En la sección Ambiente de la Guía del ocio veo que hay un bar con nombre prometedor: Átame. Pero, dadas mis características físicas, quizá encaje mejor en el Bacon Bear. Un par de cervecitas y luego al Arena o al Martin´s. Siendo hoy viernes estarán a rebosar.

18-I-08, Quim Monzó, lavanguardia