´Italia: Lo que hay detrás de la emboscada´, Enric Juliana

Teatral una vez más, la política italiana parece hundirse en el fango; en un fango más pastoso que el de 1992, cuando el proceso Mani Pulite trastocó las bases morales y políticas de la República fundada en 1948 sobre las cenizas del fascismo.

Mani Pulite se llevó por delante tres cuartas partes del sistema político. El Partido Socialista fue fulminado. La Democracia Cristiana se fragmentó en cuatro o cinco asteroides, ante la impasibilidad del Papa polaco (Juan Pablo II), muy poco amante de las intrigas romanas. Los tres pequeños partidos laicos (liberales, socialdemócratas y republicanos) fueron escarnecidos y guillotinados. Sólo se salvó el tronco central del Partido Comunista, astutamente alejado de Moscú: el gran mutante.

Lejos de instaurar una Segunda República, el vendaval justicialista abrió la puerta a dos fuerzas populistas: la Forza Italia del empresario Silvio Berlusconi, y la intempestiva Liga Norte, cuyos furores soberanistas son hoy satélite de la órbita berlusconiana.

Ganó Berlusconi en 1993 y fue torpedeado a los nueves meses. Tras un interinaje, tomó el relevo El Olivo (centroizquierda) en 1996, asegurando el ingreso de Italia en el euro. ¡Milagro! Expedido por Alemania el certificado, Romano Prodi, incauto, cayó en la emboscada de 1998. Hubo otro interinaje (el ex comunista Massimo

D´Alema) y volvió a ganar Berlusconi en 2001, esta vez a lo grande. Pero el de Milán fracasó como reformista y avergonzó a media Italia. Tozudo, orgulloso y renacido, Prodi consiguió la revancha en marzo de 2005 por un miserable puñado de votos.

Viéndose abocado a la derrota, Berlusconi releyó a Maquiavelo y colocó en los bajos del centroizquierda la mina que ahora acaba de estallar: una reforma electoral de última hora que reforzaba a los pequeños partidos y convertía a La Unión (ex Olivo) en una enloquecida jaula de 17 facciones.

La pregunta clave de la crisis actual nos remite de nuevo al furor justicialista de Mani Pulite.Todo vuelve. Un fiscal ha empapelado a la mujer de Clemente Mastella, ministro de Justicia y cabecilla de un pequeño pero bien colocado partido que conserva parte del predio de la Democracia Cristiana en la región napolitana. Toda Italia conoce desde hace años los manejos (enchufes y comercio de demás prebendas) del clan Mastella. ¿Por qué ahora?

La caída de Prodi - de nuevo incapaz de superar la emboscada-, dificulta el despegue del Partido Democrático, último intento de dotar a Italia de un gran partido reformista central. Un experimento incierto, una nueva síntesis de catolicismo e izquierda, que inquieta al Vaticano. Y la mano del Vaticano, ya se sabe, es legendaria.

Entre tanto... la nave affonda.El país entero repudia a la casta política. Doscientas toneladas de cartas se han perdido en las oficinas de correos de Milán y cien mil toneladas de basura se pudren en Nápoles, ciudad sin ley. El PIB per cápita se coloca por debajo de España y los jóvenes universitarios sueñan con emigrar a Barcelona. Una gran melancolía baja de los Alpes. Pero Italia es un país gatuno y genial. Siempre cae de pie.

26-I-08, Enric Juliana, lavanguardia