ŽEl 2 de MayoŽ, Anton M. Espadaler

Dice don Fernando García de Cortázar, entrevistado el domingo por Pedro Vallín en estas mismas páginas, que el 2 de mayo de 1808 se produjo en Madrid "un movimiento (vaya por Dios), a partir de una insurgencia y un patriotismo contagioso que se plasma en una afirmación nacional de corte liberal". Si no creo que haga falta encomendarse a la Virgen del Pilar para aceptar lo primero, pues todo el mundo sabe que no quiere ser francesa, sobre lo segundo tengo yo mis dudas, más que nada porque liberal y afrancesado fueron palabras prácticamente sinónimas, y sospecho que el antifrancesismo feroz que se respiró en aquellas jornadas, y que quedó como un poso que aún sigue, bullía en la misma olla en la que se cocía el antiliberalismo más integrista y montaraz. No en vano, dijo en aquellos días una voz popular que los franceses són una mala canalla / que van contra els cristians. Sobre este mar de fondo se comprende que fuera muy difícil que a las propuestas de alguien como Pierre Augereau, gobernador general de Catalunya durante la ocupación napoleónica, se les pudiera prestar la debida atención. El gobernador, movido por ideas inequívocamente liberales, perseguía mejorar lo que hoy llamamos infraestructuras, activar el comercio y la industria e instaurar órganos de gobierno más representativos.

Pero era francés, y napoleónico, o sea doblemente impío. Y ahí se desata la furia. Nada como los escritos de los contemporáneos para apreciar el color del cristal con que se miraron los acontecimientos. A principios de los años veinte del siglo XIX, el párroco de la pequeña localidad de Gualba, en el Montseny, Josep

Baborés i Homs, daba por concluida una obra tremenda, que con el título de La guerra del Francès a Gualba publicó Àlvar Maduell (Pagès Editors). Son 10.000 versos, entre los que el profesor Joaquim Molas confesó no haber sabido encontrar nada de imprescindible publicación, pero ya se sabe lo mal avenidos que están la pluma y el trabuco. El poema repasa el curso de la contienda, narra con calor y entusiasmo las derrotas del ejército francés, traza un interesante retrato de la guerrilla en el Montseny, se emociona con el 2 de Mayo madrileño y las heroicidades de Girona y otros sitios, reniega de Godoy, dice pestes de la reina María Luisa y deposita todas sus esperanzas en Fernando de Borbón.

Del sentimiento antifrancés puede dar medida la agresividad de estos versos: Valerosa Catalunya / podràs tu jamai sofrir / que sies porca gavatxa? / No, no, no, primer morir.El poema termina celebrando la victoria cuando el gallo se volvió / gallina.Entonces exulta: Viva la religió / i la nostra llei santa. / Viva la Inquisició / que els heretges espanta.Vistos otros poemas, dudo mucho que los que se alzaron contra los franceses, en Madrid y en otras partes, pensaran de forma distinta.

19-I-08, Anton M. Espadaler, lavanguardia