"La cláusula Camps", M. Carol

En un plis-plas PP y PSOE han redactado el Estatuto valenciano y lo han presentado al Congreso de los Diputados, donde Francisco Camps, presidente de la Generalitat, ha tenido que saludar desde la tribuna de honor del Congreso como si fuera un torero y eso que no mostraba al respetable las dos orejas de Zaplana, quien por cierto se negó a aplaudir desde su escaño. Ni a Camps, su rival en la Comunidad Valenciana, ni a Trillo, que había defendido en la Cámara el Estatuto, que es un éxito que puede apuntarse su sucesor.

En el Congreso todo eran parabienes. Hacía tiempo que no se veía tan unidos a parlamentarios de los dos grandes partidos españoles. El Estatuto tiene, de todas maneras, un artículo, que ha sido calificado de cláusula Camps, que garantiza que la Comunidad Valenciana puede aspirar a cualquier competencia que obtenga otra comunidad autónoma. Realmente, no se entiende por qué los políticos valencianos se han dado tanta prisa en redactar la reforma de su Carta Magna autonómica: hubieran podido esperar a que la hubieran presentado las demás comunidades para coger la pluma. Si están dispuestos a pillar todo lo que los otros pillen, bastaría sentarse en la tribuna del Congreso e ir sumando todo lo que el resto consigue.

La cláusula Camps supone convertir un estatuto en una carta a los Reyes. Hasta ahora los presidentes autonómicos preguntaban qué hay de lo mío, mientras que Camps ha inaugurado el qué hay de los otros para que sea mío. El presidente valenciano debe de ser un peligro en una mesa de restaurante, pues uno se lo imagina esperando al final para pedir al camarero: "Yo quería una ensalada y un filete, pero me traerá también habas a la catalana como aquel caballero de enfrente, una merluza a la vasca como el de su lado y unos callos a la madrileña como la dama de la esquina. Y aunque no fumo, me traerá un habano, pues me lo pagarán entre todos".

Esto sólo tiene un peligro, que se puso de manifiesto en el borrador del Estatuto vasco, donde uno de los redactores copió del catalán las competencias en lagos de alta montaña, hasta que alguien se dio cuenta de que en el País Vasco no había tales lagos. Francisco Camps, con su estatuto en el que aspira que quepa todo aquello a lo que los demás aspiren, recuerda el Groucho de Una noche en la ópera, cuando dice en el barco: "Oiga, mozo, ¿y no será más fácil que en lugar de meter mi baúl en el camarote, meta mi camarote en el baúl?". Groucho Camps pretende meter todos los estatutos en su estatuto, cuando lo lógico hubiera sido hacer uno que cupiera en su baúl. Lo que no vale es añadir luego "y dos huevos duros" cada vez que alguien pida su menú.

lavanguardia, 23-IX-05