"¿Delitos religiosos?", S. Vizinczey

¿Deben tipificarse los delitos religiosos?

La Cámara de los Comunes británica, con mayoría laborista, aprobó un proyecto de ley para crear el nuevo delito de ´incitación al odio religioso´. Para convertirse en ley requería también la aprobación de la Cámara de los Lores y, como preparación al debate, solicitaron la opinión de, entre otros, el novelista Stephen Vizincey. Al final, el proyecto ha sido rechazado por 260 votos contra 111, pero el gobierno volverá a presentarlo en forma modificada.

Stephen Vizinczey. Escritor húngaro residente en Inglaterra, es el autor de novelas como ´En brazos de la mujer madura´ y ensayos como ´Verdad y mentiras en la literatura´, Cultura/s-
En respuesta a la petición de la comisión de investigación sobre delitos religiosos de la Cámara de los Lores para presentar comentarios sobre (a) si habría que corregir o suprimir el actual delito religioso de blasfemia y (b) si debería crearse un nuevo delito de incitación al odio religioso y, de ser así, cómo podría definirse dicho delito:

(a) si habría que corregir o suprimir el actual delito religioso de blasfemia.

La noción misma de delitos religiosos produce un escalofrío en la columna vertebral de todo el que sepa algo de historia. Los europeos avanzaron por ríos de sangre y hogueras de herejes quemados antes de aprender a separar la creencia de la fuerza de la ley. En los tiempos modernos, la política gubernamental en el Reino Unido se ha regido por la sensatez que subyace a un viejo dicho: "A palabras necias, oídos sordos".

En el pasado, la ley contra la blasfemia se siguió más en el incumplimiento que en la observancia y, por ello, ha resultado ser inocua, pero debería abolirse por completo para impedir su extensión a otras religiones cuyos fanáticos seguidores no dudarán en recurrir a ella. El proyecto de ley del gobierno de Blair, que ya ha sido aprobada por la Cámara de los Comunes, es un buen ejemplo de la amenaza que se cierne sobre la sociedad civil cuando las leyes intentan proteger las creencias religiosas. La propuesta de creación de nuevos delitos religiosos, cuya aprobación solicita el gobierno a la Cámara de los Lores, no puede tener otro propósito que evitar herir los sentimientos de los emigrantes procedentes de países musulmanes donde la apostasía y la blasfemia son delitos capitales. En Pakistán, un comentario despectivo sobre el Profeta o el Corán acarrea una sentencia de muerte. Ahora bien, por poco acostumbrados que estén algunos inmigrantes a escuchar la puesta en cuestión de sus creencias, no creo que debamos abandonar los principios liberales que garantizan desde hace siglos la libertad de pensamiento y la paz social.

Cuando se produjo el caso Rushdie, nuestro dirigentes religiosos condenaron al escritor por herir los sentimientos de los musulmanes; hoy esta infantil noción se utiliza otra vez en apoyo del nuevo proyecto de ley. El caso es que ninguno de nosotros pasa un día sin que se hieran nuestros sentimientos. Nos sentimos especialmente heridos si nuestras creencias se ponen en entredicho y nos vemos sometidos a la agotadora tarea de volver a pensar cualquier cosa. Ahora bien, ¿quién de nosotros no se ha beneficiado de ver puestas las propias ideas en tela de juicio, por mucho que eso nos afectara en su momento? Todo crecimiento individual - todos los avances de la civilización- procede de las discusiones constantes en torno a las formas establecidas de pensamiento y de los desafíos a ellas, al margen de los sentimientos. ¿Quién se preocupa de los sentimientos de alguien cuando se debaten cuestiones científicas, políticas, filosóficas o históricas? Los teóricos de la educación han logrado imponer la idea de que la preocupación más importante del maestro debe ser animar al niño a expresarse y reforzar su confianza, y no herir nunca los sentimientos del niño corrigiendo sus errores. El resultado es un analfabetismo creciente.

En cualquier caso, la idea misma de que el Estado debe proteger los sentimientos y creencias de las personas es una monstruosa irrealidad si se tiene en cuenta el hecho de que ni siquiera es capaz de proporcionar las leyes y la policía necesarias para proteger el cuerpo y las propiedades de la ciudadanía.

(b) si debería crearse un nuevo delito de incitación al odio religioso y, de ser así, cómo podría definirse dicho delito. Ni siquiera el título de la propuesta (proyecto de ley contra el odio religioso y racial) tiene un significado sobre el que puedan estar de acuerdo todas las personas razonables. ¿Será incitación sostener que mi religión es mejor que la tuya? Todo el mundo da por supuesto que sus creencias son superiores a las creencias ajenas, y cohibir la libertad de argumentar en favor de lo que uno cree sólo producirá una frustración y una alienación capaces de envenenar toda la sociedad. Una de las formas de argumentación más populares es el ridículo. ¿Pretenden las cámaras del Parlamento convertir en delito el ridículo? Se trata de uno de nuestros pasatiempos más inocuos y placenteros.

¿Y cuál es el significado de la palabra religión? Para ser justa, la ley debe reconocer cualquier visión del mundo que supuestamente dirija las acciones de los individuos. En este sentido son también religiones el comunismo, el conservadurismo, el anarquismo, el humanismo, el ateísmo, el nihilismo, la creencia de que el mundo acabará la semana que viene. Si sólo reconoce como religión las concepciones mayoritarias de las principales religiones, la ley protegerá las creencias de la mitad de la población y desatenderá las de la otra mitad. Semejante desigualdad ante la ley sería contraria a todo el corpus legislativo británico y violaría derechos humanos fundamentales, lo cual acarrearía interminables pleitos en el Reino Unido y en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

La idea que subyace a la ley propuesta es que no hay ideas odiosas ni creencias odiosas. Se trata de una idea nihilista odiosa y un palmario absurdo. Con frecuencia, las personas sostienen sinceramente ideas que son estúpidas, peligrosas y detestables. ¿Se nos va a prohibir incitar la desconfianza y la repulsión ante creencias religiosas que hacen que los padres priven a sus hijos de una transfusión de sangre que les salvará la vida o que mutilen a sus hijas de manera que sean incapaces de gozar de las relaciones sexuales cuando crezcan?

La práctica de impedir que se ponga en entredicho algunas creencias ha conducido al derramamiento de una enorme cantidad de sangre inocente. Legislar contra el odio, una de las emociones humanas básicas, es legislar contra el pensamiento. Es legislar contra la naturaleza humana, y sólo puede conducir a resultados grotescos.

Un flujo constante de personas que blasfeman contra el Profeta paralizará los tribunales y contribuirá más que cualquier otra causa a fomentar el odio religioso. Todos los que estén de acuerdo con los blasfemadores odiarán al grupo en cuyo nombre el Estado inicia el procedimiento judicial; y, en los casos en que el Estado decidiera no interponer juicio, se alimentaría el resentimiento del grupo de correligionarios que se sintiera ofendido. La aplicación de las leyes contra la blasfemia sería un desastre social, como comprenderá cualquier miembro de la comisión si considera la repercusión sobre la ciudadanía de las acciones judiciales, las no acciones, las condenas o las absoluciones.

lavanguardia, 16-XI-05