El cosmopolitismo metodológico de Ulrich Beck

Los últimos libros del sociólogo alemán Ulrich Beck (Poder y contrapoder en la era global, La mirada cosmopolita o la guerra es la paz, ambos en Paidós) apuestan por el cosmopolitismo para comprender la inevitable cosmopolitización del mundo. La cosmopolitización de principios del siglo XXI se debe entender como el cambio de sentido de las fronteras en un sistema de interdependencia global del cual no podemos salir. No es un proceso ni deseado ni provocado. No tiene únicamente consecuencias negativas o positivas. Es ambivalente. Mientras que la globalización mantiene el discurso de lo global y lo local con especial énfasis en la economía, la cosmopolitización es un fenómeno que sólo se explica con nuevos conceptos más allá de esta distinción tradicional: ni nosotros ni ellos, ni interior ni exterior, ni local ni global. En lugar de la lógica de “o bien esto o bien aquello”, impera la de “tanto lo uno como lo otro”. Las fronteras ya no pueden mantener alejado al otro, de ahí que debamos adoptar la actitud normativa del cosmopolitismo que acepta e intenta extraer lo mejor de este nuevo estado de cosas mundial.

Es cierto que las ciencias sociales que surgieron en el XIX y que se desarrollaron en el XX, recuperaron elementos cosmopolitas de los clásicos. Los encontramos en Simmel, Durkheim y Weber. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial la sociología y la teoría política se construyeron exclusivamente sobre el nacionalismo metodológico, para el cual el Estado, la sociedad, la política, la democracia, etc., se deben estudiar en el marco de la nación y del Estado-nación. Beck afirma enfáticamente que este desarrollo de las ciencias sociales le resulta enigmático. ¿Cómo es posible, se pregunta, que la sociología o la historiografía se hayan edificado sobre un consenso naturalmente aceptado acerca de los presupuestos básicos del nacionalismo? “Es una negación casi total de la realidad.” Centradas en el nacionalismo metodológico, las ciencias sociales están ciegas para la cosmopolitización, de ahí que se mantengan reflexivamente en lo irrelevante. Frente a esta situación, Beck se propone fundar “algo así como una nueva teoría crítica” del nacionalismo metodológico. Una nueva investigación crítica que se cobija normativamente en el cosmopolitismo. “Debemos reapropiarnos las ciencias sociales como ciencias de la realidad, hay que abrirlas al desarrollo de la realidad. Sólo así dejarán de ser irrelevantes.”

Esta nueva teoría debe aprender a operar con otras unidades de investigación que las del nacionalismo metodológico. La creciente interconexión de los Estados-nación conlleva que lo social no pueda ser identificado con las antiguas fronteras. Igualmente, si las instituciones democráticas quieren solucionar sus problemas no pueden mantenerse en el paradigma nacionalista. “Basta ver el fracaso del anterior gobierno en Alemania, que no consiguió llevar a cabo nada de lo que se propuso, para ilustrar los límites de la política nacional. Sólo hay tres respuestas a este problema: cooperación, cooperación y cooperación. “Esto no es la desaparición de la política, sino el final de la política del Estado-nación. Algo tan evidente como que la cooperación promueve la productividad, no puede ser comprendido por el nacionalismo metodológico que sitúa la soberanía nacional por encima de todo. Es por tanto empíricamente observable y demostrable que las antiguas fronteras ya no funcionan. Esto no supone su desaparición, sino una mayor conciencia de su contingencia, así como una merma de su poder vinculante y de su estatus de validez. Sostiene Beck que esto no debe ser confundido con la posmodernidad. Tras la primera modernidad en la que los principios individualistas iban de la mano de una serie de instituciones que permitían su florecimiento, la segunda modernidad es la radicalización de los principios y una puesta en cuestión de las instituciones. Así, se afianza el principio de dignidad de todos los seres humanos y se debilita el poder de las instituciones fronterizas.

La desaparición de las fronteras obliga a tomar decisiones (Entgrenzung erzwingt Entscheidung). Por ejemplo, la licuefacción de las fronteras entre vida y muerte (muerte cerebral, muerte cardiaca…) impone la necesidad de introducir nuevas distinciones que permitan el funcionamiento de la sociedad, pues esta frontera es el fundamento de cualquier sistema jurídico. La segunda modernidad debe, por tanto, refundar las instituciones a partir de los principios supervivientes a la primera modernidad.

Las nuevas ciencias sociales en Europa tienen que convertir el nacionalismo metodológico en un europeísmo metodológico que tome conciencia de la diversidad interior, así como de las relaciones recíprocas de reconocimiento; que vea en la alteridad una parte constitutiva de la propia experiencia y que considere que la diversidad es enriquecedora. A pesar de que no conoce el contexto, a Ulrico Beck el primer artículo del proyecto de nuevo Estatut no le suena muy cosmopolita. Le parece más bien un ejemplo paradigmático del nacionalismo metodológico que apenas deja espacio para reconocer la otredad del otro y que entiende la integración siempre en los términos que las mayorías imponen a las minorías. ¿Cómo debería ser, entonces, un Estatut cosmopolita?

Daniel Gamper, Culturas/lavanguardia, 9-XI-05