´Estado de excepción enTV3´, Pilar Rahola

Me veré obligada a citar de nuevo a Josep Cuní. En estos menesteres del análisis crítico del periodismo, Cuní no sólo aporta una biografía densa en retos y en éxitos, sino que mantiene ágil su capacidad de reflexionar libremente. Ha tenido la osadía de utilizar conceptos duros, para definir el pensamiento débil que estos días inundará los medios de comunicación públicos. Como ya había hecho en las autonómicas, espetó una contundente frase: "Cuando llegan elecciones, los medios de comunicación públicos entran en un estado de excepción". A tenor de lo que está ocurriendo, y del comunicado de los propios profesionales, tanto de TVE como de TV3, e incluso del tímido comunicado del Col · legi de Periodistes (generalmente out a la hora de defender la libertad profesional), habrá que reconocer que el momento es duro para quien considera la información un bien público. No exagero si digo que durante dos semanas las pautas, el contenido, los tiempos informativos estarán marcados por los partidos políticos, amos y señores de una información abruptamente derrotada por las reglas de la propaganda. En el caso de la Corporació Catalana, la cuestión es especialmente deplorable, no en vano acabamos de estrenar un consejo de gobierno, fruto de una ley que tenía que garantizar la independencia, la libertad, la profesionalidad y etcétera. Es decir, estábamos en un momento ideal para que ese consejo, con Albert Sáez a la cabeza, dijera que acababa de llegar, que eran tiempos de mudanza y que empezábamos etapa nueva. Lejos de esos aires de cambio, el grupito de consejeros de gobierno de la televisión y la radio públicas ha preferido hacer política antes que periodismo, ha perpetrado unas reglas de cómputo que garantizan la propaganda política en los informativos, ha impuesto esas normas por decreto y ha dejado claro al comité profesional de TV3 que lo recibe, pero no lo escucha. Enviados y escogidos por los partidos políticos para gobernar la Corpo, ¿resulta extraño que defiendan anteslos intereses partidistas que los intereses informativos? De manera que podemos concluir, como primera e hiriente constatación, que los peores presagios se han cumplido: la aplicación de la ley del Audiovisual consolida el fraude a la propia ley. Y para muestra, el botón de la campaña electoral.Me explicaré. El espíritu de la ley era la preservación de la independencia, el rigor y la solidez profesional de la información. Todo muy bonito en la retórica. Pero quedó en retórica. A partir de ese momento, todo lo hecho posteriormente fue en sentido contrario a ese espíritu. Como le gusta decir a David Madí en la intimidad, esta nueva corporación no nace de un consenso periodístico, sino de un pacto de partidos, y el hombre disfruta viendo nuestra cara de imbéciles. Así es. Antes la Corporació dependía del Govern, ahora depende del Parlament. Eso, que parecería bueno, no lo es tanto. Ese Parlament en la práctica representa un parlamento de comisarios políticos que zurcen, cosen, cortan y mandan más allá de la lógica profesional. Y todos están en el ajo. Recordemos que los miembros de este supergobierno no han llegado por su biografía periodística, sino por su militancia política. Igualito que el propio conseller Tresserras, que a dedo fue designado para el CAC, y después, a dedo, sin pasar por las listas, lo colocaron en el gobierno. Unos y otro sirven, pues, a quien les ha dado el cargo. Dotados, además, de un sueldo por justificar y una inconfesada tentación interventora, la independencia de los profesionales de la casa queda reducida a nada. Con un añadido. Es tan poco el prestigio que se reconoce a dichos profesionales, que, para designar director general, desdeñan su presencia y buscan un candidato en los periódicos. Todo pensado para que los partidos pinchen, corten y, por supuesto, controlen. Ahora nos han impuesto unas reglas para la campaña electoral que vulneran cualquier principio informativo. Es decir, van en contra del derecho que tiene el espectador a ser informado con criterios profesionales. No se equivoquen, pues, cuando escuchen los informativos. No será periodismo lo que verán. Será propaganda.

24-II-08, Pilar Rahola, lavanguardia