entrevista a Jérôme Sobel, Asociación por una Muerte Digna

entrevista a Jérôme Sobel
preside Exit; Asociación por la Muerte Digna

Tengo 53 años. Nací en Vienne, Suiza. Me licencié en Medicina en Lausana. Casado, dos hijos. Creo en otra vida tras ésta. Ayudo a vivir y a bien morir. Voto a las personas; no a los partidos. Hago con los demás lo que quiero que hagan conmigo. He presentado Exit en el CCCB. La vida es una enfermedad mortal de transmisión sexual.

- Le di a aquella dama el líquido y lo tomó, sonrió y murió. Se fue sonriendo. Antes, sus amigos nos habíamos despedido de ella uno por uno.

- Momentos muy duros.

- Sí, muchos lloraron. Pero no crea que fue trágico. Allí se respiraba amor, serenidad y aceptación. Muchos eran creyentes como la propia dama, una señora de fuertes convicciones éticas y, por supuesto, a su lado también estaba su pastor...

- ¿Un ministro de la iglesia?

- Sí, eligió estar allí junto a su feligresa frente a cualquier consideración del establishment religioso. Él era su pastor, su amigo, y habló con ella por última vez, después le dijo unas palabras que todos pudimos oír.

- ¿Las recuerda?

- Las he recordado cada día desde entonces. Le tomó de la mano y le dijo con dulzura: "Sé que la luz de Jesús iluminará el valle oscuro que vas a atravesar...".

- ¿Qué pasó entonces?

- Tras ingerir el líquido que acabaría con su vida, se quedó como dormida y supimos que todo había acabado. Rezamos juntos.

- ¿Y si justo en ese momento se descubre un remedio para la dolencia de la dama?

- Mire: soy médico hace muchos años. Los remedios milagrosos no surgen de la noche a la mañana. Mi amiga sufría una enfermedad degenerativa incurable que la tenía sometida a un dolor constante y profundo cuya única alternativa era vivir drogada, ausente y cuyo único futuro era más dolor y más sufrimiento para ella y para sus seres queridos...

- Si todos los incurables se suicidaran, la medicina no podría avanzar.

- Sólo una pequeñísima parte de los enfermos terminales tienen el ánimo para decidir el momento de su propia muerte. La gran mayoría o decide asumir su sufrimiento o ni se lo plantea. En todos ellos la medicina tiene la posibilidad de experimentar sus remedios.

- ¿Cuánta gente ha ayudado usted a morir?

- Y a vivir. He convencido a muchísimos enfermos de que valía la pena seguir luchando y estoy muy orgulloso de ello. Si no comprenden lo importante que es luchar por la vida, no puedo ayudarles a bien morir. Para que entienda por qué creamos Exit, le explicaré a quién no pude ayudar.

- Adelante.

- Yo adoraba a mi abuela. Era el ser más dulce y sensible que he conocido. Pero contrajo una terrible enfermedad degenerativa y la vi consumirse y sufrir horriblemente día a día ante los ojos de toda la familia.

- Lo siento.

- Yo estudiaba Medicina y cuando volvía a casa por la noche, mi abuela me pedía: "Jérôme, por Dios, ¿puedes ayudar a tu pobre abuela enferma a acabar con su sufrimiento?"

- ¿Usted sabía a qué se refería?

- Yo no entendía lo que mi abuela quería decirme, pero luego descubrí que ella quería que yo lo adivinara porque era demasiado buena para pedírmelo directamente y sumirme en un dilema moral.

- Lo siento.

- Mi abuela no encontró quien la ayudara a acortar aquella enfermedad y vivió una agonía y una enfermedad tremendas. Su recuerdo me anima a ayudar a otros seres humanos

- Usted es médico, pero ayuda a morir.

- ¿Quién puede juzgar la decisión de un ser humano de morir? ¿Quién se atreve? Mi consideración ética ante cualquier petición de auxilio al suicidio es "haz con ellos lo que te gustaría que hicieran contigo".

- ¿Ha denegado esa ayuda alguna vez?

- Por supuesto. El solicitante debe ser plenamente capaz de discernimiento; su petición debe ser seria y repetida y los informes médicos deben ser concluyentes en cuanto al carácter incurable de su enfermedad que tiene que causarle sufrimiento físico y psicológico intolerable. Si no se cumplen estos requisitos, no concedemos la ayuda.

- ¿Y una invalidez cualifica?

- Sólo si le impide vestirse, desvestirse, ir al lavabo, comer, desplazarse y ver y oír.

- ¿Como el Sampedro español?

- Conozco el caso y he visto la película y creo que mi asociación le habría prestado auxilio para poner fin a su sufrimiento.

- ¿Y la justicia ordinaria no interviene?

- La ley federal suiza sobre el suicidio fue redactada a principios del siglo para eximir a los oficiales del ejército que prestaban sus armas a los suicidas por cuestiones de honor. Estipula que quien "movido por un interés egoísta" incite o auxilie al suicidio será, si el suicidio se intenta o se consuma, castigado con cinco años de reclusión.

- ¿Y...?

- "Llevado por un móvil egoísta". Eso quiere decir que si el auxilio al suicida, como es absolutamente en nuestro caso, sólo tiene fines humanitarios, estamos eximidos de cualquier culpa. La Academia Suiza de Ciencias Médicas ha aceptado que, en casos muy determinados, "la asistencia al suicidio forme parte de la actividad médica".

- ¿Cuántas peticiones de ayuda reciben?

- Durante el 2004, recibimos 158 peticiones y sólo efectuamos 42 asistencias. Del resto, 27 continúan en espera: 12 han muerto ya: 6 las hemos rechazado y 71 están pendientes de trámites de seguimiento.

- ¿Asisten peticiones de cualquier país?

- Hay otras asociaciones suizas que sí aceptan extranjeros, pero nosotros, Exit de la Suiza francesa, sólo auxiliamos a nuestros conciudadanos. Somos 12.400 socios sobre una población de algo más de un millón.

- Notable incidencia.

- Y crecemos. En las últimas encuestas nos apoyan un 80 por ciento de los ciudadanos.


"Después de madura reflexión y en plena posesión de mis facultades, yo, el firmante, pido que se consideren como mi voluntad las disposiciones siguientes: 1. Que se renuncie a toda medida de reanimación si mi caso es desesperado o incurable o si, por accidente o enfermedad, quedo gravemente inválido física o mentalmente. 2. Que se me administre una medicación contra el dolor en dosis suficiente para paliar mi sufrimiento incluso si esta medicación adelanta mi muerte." Se puede incluir a dos "representantes terapéuticos" por si el firmante, llegado el caso, no pudiera expresarse. Es el testamento biológico que renuevan cada año 12.400 ciudadanos y los convierte en socios de la Exit de la Suiza francesa. Ustedes mismos juzgarán.

Lluís Amiguet, lavanguardia/lacontra, 7-II-06