"El camino de Nigeria hacia la ruina", I. Bremmer

Ian Bremmer, presidente del Grupo Eurasia de asesoría sobre riesgos políticos y profesor en la Universidad de Columbia (EE. UU.)

Resulta fácil, con tanta fricción política en Irán e Iraq, pasar por alto el creciente malestar en Nigeria, que ocupa el octavo puesto mundial por la importancia de sus exportaciones de petróleo. Los problemas políticos y sociales en aumento de ese país revelan como la violencia e incertidumbre en otro importante productor de energía están expulsando a los inversores extranjeros y haciendo subir los precios mundiales del petróleo.

El presidente de Nigeria, Olusegun Obasanjo, parece dispuesto a enmendar la Constitución del país para brindarle la posibilidad de un tercer mandato. Para ello, ha marginado a muchos de sus rivales políticos. El vicepresidente, Atiku Abubakar - un probable aspirante a la presidencia en el año 2007-, ha sido acosado y aislado. Los ministros de los que se sospecha que no profesan una lealtad plena han sido marginados.

Pero los adversarios de Obasanjo se han incorporado a la batalla y el presidente no cuenta con la mayoría de dos tercios necesaria en los parlamentos federal y de los estados para permanecer en el poder a partir del año que viene. Dos ex presidentes nigerianos, los generales Muhammadu Buhari e Ibrahim Babangida, se han opuesto públicamente a la intromisión constitucional de Obasanjo y varios gobiernos de los estados septentrionales de Nigeria, dominados por musulmanes, han dicho con claridad que quieren que Obasanjo abandone el poder cuando expire su mandato en el año 2007.

A consecuencia de ello, la incertidumbre en relación con los planes de Obasanjo está aumentando las tensiones regionales. Lo que está en juego es la cohesión de un Estado que, en opinión de muchos, es otro ejemplo más de nación artificial improvisada por europeos que no entendían las fuerzas sociales, tribales y religiosas de su creación.

Los gobernadores norteños se oponen a un tercer mandato de Obasanjo porque creen que ahora les toca a ellos elegir al presidente de Nigeria conforme a un acuerdo, concertado con sus homólogos sureños, cuando se introdujo la democracia en 1999, para la rotación regional de la presidencia. Los gobernadores sureños sostienen que en los próximos años el control de la presidencia debe continuar en el sur, porque el norte controló el país durante más de tres decenios de dictadura.

De hecho, incluso los gobernadores sureños que no son aliados fiables de Obasanjo parecen decididos a mantener su influencia en el Gobierno central, para velar por que el próximo presidente sea un sureño. De momento, Obasanjo les ofrece su mejor oportunidad para alcanzar ese objetivo. El pasado mes de diciembre, dieciséis de los diecisiete gobernadores sureños de Nigeria firmaron la declaración de Enugu en apoyo de la enmienda constitucional que le permitiría obtener un tercer mandato.

No es éste un buen momento para que el Gobierno federal de Nigeria afronte esos motivos de distracción. La región del delta del Níger, que alberga la mayor parte del petróleo de Nigeria y gran parte de su población pobre, es presa de la agitación.

En octubre del 2004, la violencia en esa región obligó al Gobierno de Obasanjo a negociar con el dirigente de la milicia Asari Dokubu, después de que los hombres de éste atacaran una serie de instalaciones petroleras de la Royal Dutch Shell y amenazasen con "incendiar la región". En diciembre del 2004, las milicias de Dokubu tomaron como rehenes a 75 trabajadores de las instalaciones petroleras y obligaron a la Shell a cortar el 10%, aproximadamente, del suministro de petróleo del país. Después Dobuku obligó a Obasanjo a concertar un acuerdo de paz.

Dicho acuerdo no duró demasiado. Después de que Dobuku renovara las amenazas a las infraestructuras petroleras el pasado septiembre, fue detenido y acusado de sedición y ahora afronta la posibilidad de ser condenado a muerte o a cadena perpetua. Los aliados de Dokubu han respondido con nuevos ataques. Un grupo escindido, el Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger, se ha declarado autor de varios ataques y secuestros recientes de trabajadores extranjeros y dice que no se retirará hasta que los estados del delta obtengan el control de los ingresos producidos por el petróleo de extracción local. También se teme que la escisión en las milicias de Dokubu haya creado un terreno fértil en el delta para grupos islámicos. Hace unas semanas, una organización llamada Brigada de los Mártires, hasta entonces desconocida, se declaró autora de los ataques a los oleoductos del delta, lo que inspiró la preocupación entre las multinacionales de que la resistencia mercenaria en esa región se esté volviendo ideológica.

Sean cuales fueren las motivaciones de los diversos grupos, un repentino aumento de los ataques y secuestros de las milicias en las últimas semanas ha provocado una reducción del 20%, aproximadamente, de las exportaciones de petróleo de Nigeria y la muerte de decenas de personas. La Shell ha cerrado instalaciones principales en el delta después del secuestro de varios trabajadores. Se espera que, una vez que se dicte sentencia en el juicio de Dokubu, probablemente este verano, se intensifique la violencia.

Además, la violencia religiosa desencadenada por las caricaturas danesas del profeta Mahoma se extendió por Nigeria en febrero. Turbas musulmanas y cristianas encolerizadas quemaron iglesias y mezquitas y mataron a decenas de personas en una serie de ataques y represalias que han ahondado la división entre el norte musulmán y el sur cristiano.

Por si no fuera suficiente toda esta agitación, el descubrimiento de la gripe aviar en las provincias septentrionales socava aún más la estabilidad política. Obasanjo ha pedido a los campesinos musulmanes de esa zona que hagan un sacrificio selectivo de sus aves, fuente principal de proteínas en una región en la que la malnutrición es una amenaza constante.

En ciertos sentidos, Nigeria está asolada por los mismos problemas que afronta Iraq. Diversos grupos étnicos y religiosos, con base en diferentes regiones, se disputan los ingresos por petróleo y la influencia política. Como en Iraq, el conflicto puede provocar un derramamiento de sangre en gran escala.

Sin embargo, a diferencia de Iraq, Nigeria tiene una historia reciente de gobierno democrático relativamente estable. Cada una de las facciones del país tiene buenas razones para llegar a una avenencia antes de que el conflicto llegue a un punto crítico. Los gobernadores norteños podrían ofrecer a los estados sureños una proporción mayor de los ingresos por petróleo de Nigeria a cambio de su apoyo a un presidente norteño.

Pero, de lograr dicha avenencia, no será un proceso fácil ni previsible. Al contrario, los riesgos de una inestabilidad política prolongada y de perturbaciones en gran escala de la producción de petróleo de Nigeria seguirán siendo elevados, en un momento en el que menos puede permitírselos el mundo.

lavanguardia, 11-III-06