´ˇSalvemos a Zhang Wei!´, Miquel Molina

El Zhang Wei del título no es nadie en concreto. Según la web china. org, Zhang Wei es el nombre chino más popular. Hasta 290.607 personas se llaman así, según la estadística. Así que, de tener que asignarse un nombre al azar al expedicionario chino que en mayo tratará de alzar la antorcha olímpica en la cima del Everest, la apuesta más segura sería Zhang Wei. El caso es que Zhang y sus colegas merecen ahora toda nuestra atención. Sus vidas peligran. ¿Por qué? Porque Pekín acaba de anunciar que los montañeros van a llevar la llama olímpica hasta la cima, cuando lo normal, ya que nos referimos a la escalada de la montaña más alta de la Tierra, sería que dijeran que van a intentar llevarla. El matiz es importante (sobre todo para Zhang Wei). Las palabras del vicealcalde de Pekín, Liu Jingming, cuando explicó que subirán "incluso aunque haga mal tiempo", deberían poner los pelos de punta (sobre todo a Zhang Wei).

¿Puede escalarse el Everest con mal tiempo? A estas alturas, la pregunta parece extravagante. Algunas decenas del centenar largo de cadáveres que siguen insepultos en aquella montaña están allí porque un día cambió de repente el tiempo, porque alguien se tomó a la ligera un parte meteorológico, o porque se hizo tarde y las nubecillas del horizonte se transformaron en algo peor.

Otra cuestión es que el miedo a morir vaya a detener a unos alpinistas que llevan en sus mochilas las esperanzas de todo un pueblo. Es decir, que suben con sobrepeso. Hay un antecedente histórico de lo que puede lograr la determinación de unos escaladores que, más que encuadrarse en la habitual categoría de los conquistadores de lo inútil, son conquistadores de partido. Remontémonos a 1960, al relato que hicieron de la controvertida escalada al Everest por la entonces inédita cara norte los montañeros Wang Fu-chou y Chu Yin-hua, que lideraban una expedición de 214 personas. Así justificaban su determinación suicida al superar el Segundo Escalón, que llevó a Chu a trepar sin botas ni calcetines: "¿Qué íbamos a hacer? ¿Darnos la vuelta como los británicos? ¡Por supuesto que no! Todo el pueblo chino y el partido nos contemplaban. Cuando pensamos en la solemne despedida que se nos brindó, en el solemne juramento que habíamos hecho y en la bandera nacional y el busto de escayola del presidente Mao que llevábamos con nosotros, nos sentimos otra vez llenos de fuerza". El ataque final a la cima lo decidieron a 8.600 metros en una reunión... "del partido". Regresaron, pero a Chu le amputaron todos los dedos de los pies.

Eso. Si algún escalador de por aquí se cruza con ellos en el Everest, que se lo piense muy bien antes de gritarles un Free Tibet.Que haga lo que esté en sus manos para salvar al alpinista Zhang.

18-III-08, Miquel Molina, lavanguardia