(sistema electoral:) ŽUn antiguo y recurrente debateŽ, Francesc de Carreras

A raíz de la pasadas elecciones se ha suscitado, una vez más, el recurrente debate sobre la igualdad del voto en nuestro sistema electoral, el diferente trato, presuntamente discriminatorio, que dicho sistema otorga a los votantes de los diversos partidos debido al distinto valor efectivo del sufragio que emiten. El tema es del mayor interés para la salud de la democracia y para la confianza de los ciudadanos en la representatividad de las instituciones políticas.

Unas cuantas cifras, extraídas de las pasadas elecciones, permiten dar cuenta de la magnitud del problema. Izquierda Unida e Iniciativa per Catalunya han alcanzado conjuntamente unos 963.000 votos y han obtenido 2 diputados. El PNV ha conseguido 303.000 votos y ha logrado 6 diputados.

Efectuando una sencilla división, IU-ICV ha necesitado 481.000 votos para obtener un diputado y el PNV sólo 50.000. La desigualdad parece evidente. Ello empeora si tenemos en cuenta que IUICV ha conseguido sus dos diputados por las circunscripciones de Madrid y Barcelona, empleando para ello 316.000 votos. Con los 647.000 votos restantes, obtenidos en las demás provincias españolas, no han conseguido diputado alguno. No es extraño que, de acuerdo con el razonable criterio de la utilidad del voto, muchos de los que desearían votar a IU-ICV dejen progresivamente de hacerlo para pasar a escoger la candidatura que les parezca menos mala o para votar en blanco o abstenerse. La participación democrática se debilita si el sistema electoral no estimula al elector.

Sin embargo, el ejemplo utilizado puede inducir al error de pensar que el sistema favorece, sobre todo, a los partidos nacionalistas. Ello no es así. Es cierto que el diputado más barato, aquel que se obtiene con el menor número de votos, ha sido en estas elecciones el del PNV, seguido por el de Nafarroa Bai (62.000 votos). Pero, a continuación, los diputados más baratos son los del PSOE y el PP, los dos grandes partidos estatales: sólo han necesitado alrededor de los 65.000 votos. A una cierta distancia, ya encontramos los demás partidos nacionalistas: CiU (75.000 votos), Coalición Canaria (82.000), ERC (98.000) y BNG (104.000). A una distancia enorme, UPyD (303.000) y, finalmente, IU-ICV, con los 481.000 votos que hemos indicado.

De estos datos, se deducen dos conclusiones: por un lado, el sistema electoral no es proporcional desde el punto vista de la relación diputado/ votos obtenidos; y, por otro, el sistema electoral determina la supremacía bipartidista del PSOE y del PP, así como la representación equitativa, en paridad con los anteriores, de los partidos nacionalistas. Los grandes perjudicados son, pues, los pequeños partidos - pequeños, quizás, debido al sistema electoral- de ámbito nacional. Consecuencia de todo ello es que que si uno de los dos grandes partidos no obtiene mayoría absoluta para formar Gobierno debe buscar el apoyo de uno o varios de los partidos nacionalistas, ya que los escasos diputados de los pequeños partidos estatales resultan insuficientes.

La razón de esta desproporción entre votos/ diputado para estos pequeños partidos de ámbito estatal no está en el método mediante el cual se reparten los escaños - el famoso método D´Hondt-, sino en el pequeño tamaño de la mayoría de las circunscripciones provinciales. Como se sabe, si en una circunscripción no se reparten más de 10 escaños, los efectos del método D´Hondt, a pesar de ser proporcional, son iguales a los del sistema mayoritario, es decir, favorecen el bipartidismo. Sólo Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Alicante superan esta cifra. Si efectuamos una simulación de los resultados actuales con un método proporcional puro, con circunscripción única en toda España, el PSOE obtendría nueve diputados menos, el PP siete, IU-ICV doce diputados más, UPyD 3, y los partidos nacionalistas quedarían prácticamente como están. El mal resultado de IU-ICV, el peor desde los ochenta, es consecuencia, entre otras razones, de un largo proceso de desgaste debido al actual sistema electoral que, desde sus inicios, ha ido conformando el sistema de partidos.

Cabe preguntarse: ¿es intrínsecamente malo un sistema bipartidista? No necesariamente. Es preferible el bipartidismo a la ingobernabilidad, pensemos en la Segunda República. Grandes países como el Reino Unido y Estados Unidos siempre han sido bipartidistas. Ahora bien, en estos países los partidos funcionan de manera distinta al nuestro, estos países no son partitocracias como es el actual JORDI BARBA sistema español. El bipartidismo, en sí mismo, no es perverso. Pero el bipartidismo con un sistema de listas cerradas y bloqueadas, que es nuestro caso, en el cual el poder está en manos de los aparatos de los partidos, sí que puede llegar a un alto grado de perversidad, quizás en España ya lo hemos alcanzado. No olvidemos, entre tantas otras cosas, la poco edificante campaña electoral.

Y no hay que hacerse ilusiones. El antiguo y recurrente debate sobre la desigualdad que ocasiona el voto no tendrá consecuencias, no se reformará la ley electoral. Al fin y al cabo, sólo perjudica a IU-ICV y a UPyD: tres simples votos entre 350 diputados. Que algunos millones de españoles la deseen tampoco será tenido en cuenta.

Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB
20-III-08, lavanguardia