´Aprender la lección´, Jordi Balló

El presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, ha demostrado una vez más que controla el tiempo político. Cuando los dirigentes del PSC aún siguen a la espera de que papá PSOE les reconozca sus méritos en la victoria final, el PP valenciano, a las pocas horas de haber perdido las elecciones en el cómputo general de votos, suelta una iniciativa típica del ganador, sobre como eludir la asignatura de educación para la ciudadanía. El mensaje viene a decir que se pondrán las trabas necesarias para dificultar la implantación de esta asignatura obligatoria, empezando porque en Valencia debe impartirse en inglés. He leído que esta argucia no es para disuadir a los estudiantes a enfrentarse con una lengua extranjera sino para restringir el número de profesores capaces de impartirla. En cualquier caso, es todo un reto.

En su conjunto, esta iniciativa valenciana me parece una gran posibilidad de afirmar la cultura laica. Porque el camino a la supresión de la asignatura, en Valencia y se supone que allí donde gobierne el PP, está repleto de las tensiones que han hecho avanzar históricamente el mundo educativo y cultural. Ahí es nada que por decreto se dificulte, o se suprima, una asignatura repleta de palabras mágicas (comunidad, respeto, ciudadanía, diversidad…). Si el PP sigue empeñado en la supresión debe ser porque ven en esta asignatura una forma de catecismo laico, una voluntad panfletaria que proclama, entre otras cosas y según se dice, la bondad de la promiscuidad sexual. Hasta ahora la discusión parecía centrarse en si estas acusaciones eran ciertas o no. Ahora, y por poco que cunda el boicot popular, la discusión estará centrada en si los estudiantes de una comunidad tienen derecho o no a cursar esta asignatura. ¿Cómo reaccionarán los estudiantes? Si callan y aceptan, o incluso se alegran, significará que en el fondo el PP tiene razón, que la asignatura, aunque nueva, ya nace postiza y que su función principal es catequística, de función imperativa aunque se presente bajo formas de consenso. Si por el contrario algunos estudiantes no están de acuerdo, y exigen poder acceder a esta asignatura, entonces, por primera vez, la asignatura encontrará su eco real, no el de ser una sucesión retórica de recomendaciones, sino el de proponer algo oculto y deseado, por lo cual vale la pena luchar. Dicho de otra manera: la única razón por la cual educación para la ciudadanía debe implantarse es porque alguien quiera impedirlo y entonces sus destinatarios naturales la reivindiquen y la hagan suya. Y si es en inglés, mejor.

19-III-08, Jordi Balló, lavanguardia