´nacionalizaciones´

La decisión de Evo Morales de nacionalizar las empresas de hidrocarburos en Bolivia despierta ecos de un pasado reciente en el que la fórmula de la estatalización de los sectores estratégicos formaba parte de los manuales de la izquierda mundial. Sin embargo, lo ocurrido en Bolivia responde tanto a la vigencia de ese cliché como a la irrupción de un nuevo escenario económico mundial caracterizado por una creciente escasez energética, el aumento de precios y el recrudecimiento de la pugna por su control entre los poderes económicos tradicionales y otros emergentes, como China o Rusia.

Este último país ha sido pionero en este tipo de movimientos. En los últimos dos años, Vladimir Putin ha cercenado de raíz la independencia empresarial de la petrolera Yukos -a costa incluso de la libertad de su presidente, el encarcelado Mijail Jodorkovsky- y ha devuelto al redil estatal a la gasista Gazprom. En todos los casos, la iniciativa internacional sabe hoy que operar en el sector energético ruso implica no controlar más del 49% del capital de las empresas que exploten o comercialicen hidrocarburos, dejando la mayoría de las acciones y el control efectivo para el Estado ruso.

El segundo actor en liza es China. Los viajes de los mandatarios chinos a los países africanos y latinoamericanos para garantizarse el acceso a las materias primas que su economía requiere han confirmado a los dirigentes de los países visitados el valor de sus recursos energéticos y la importancia de controlarlos de forma directa. Este mensaje ha calado de forma especial en Latinoamérica, donde la izquierda -en todas sus modalidades, desde la más populista del eje Venezuela-Bolivia hasta la más socialdemócrata de Lula da Silva o de Néstor Kirchner- recela cada vez más de la manera en que se mueven las grandes multinacionales del sector energético.

Los expertos avanzaban ayer en sus análisis que en los próximos años los grupos energéticos estadounidenses y europeos lo tendrán cada vez más difícil para moverse de forma autónoma en un escenario internacional tan convulso, en el que la energía parece sustraerse a las leyes del mercado. El próximo capítulo de este escenario cambiante bien puede ser Oriente Medio, donde estos grupos ya se movían bajo la estrecha tutela de los respectivos estados. Sin embargo, la evidente relación entre el conflicto de Iraq con el control de los recursos energéticos por parte de Estados Unidos en la zona va a estrechar todavía más el margen de movimiento de los grupos multinacionales.

En el caso de Bolivia, Evo Morales sigue los pasos -y los ha rebasado con creces- de su mejor aliado en la zona, Hugo Chávez, que ha impuesto un férreo control de la empresa estatal PVDSA y ha obligado a los grupos extranjeros a asociarse con ella modificando los contratos que estos grupos suscribieron en la década de los noventa con el liberalizador Carlos Andrés Pérez. En abril pasado fue Ecuador el país que impuso una drástica subida de los impuestos sobre las petroleras. Todo apunta ahora a que de ganar Ollanta Humala en las elecciones de Perú, materializará algún tipo de gesto en esta misma dirección.

Pese a todo lo dicho, las nacionalizaciones han estado presentes en los países ricos en hidrocarburos durante todo el siglo XX. Fue el caso del México de la década de los treinta, en un movimiento que dio lugar a la creación de Pemex. Fue el caso también del Irán de Mohamed Mossadegh, que nacionalizó la industria petrolera en 1951, lo que acabó por costarle la vida a manos de los servicios secretos occidentales. En los setenta, el movimiento se generalizó: Moammar El Gaddafi nacionalizó el petróleo libio en 1970 y la Argelia de Huari Bumedian hizo lo propio en 1971.

redacción, lavanguardia, 3-V-06