"El aborto como un derecho", R. Ávila Toledo

El aborto como un derecho: una visión socialista y posmoderna

Roberto Ávila Toledo. Abogado. Miembro del Comité Central del PS de Chile.

Se ha venido desarrollando una interesante polémica acerca de los llamados temas valóricos. El debate aún no alcanza el nivel necesario que le permita entrar en los aspectos substanciales de la temática.

En efecto, de una parte hay quienes han pretendido censurar el debate a partir de ciertas deificaciones de la oferta programática gubernamental.

Vistas así las cosas el programa de la presidenta Bachelet se transformaría en una suerte de pequeño libro rojo de la revolución cultural china. Dentro de él toda la verdad y la vida fuera el error y la herejía. Nadie piense, nadie descubra, nadie sueñe; léase el programa. No creo que esta sea la idea de la Presidenta, pero como tantas veces los cuidados del sacristán puede que no le hagan bien al señor cura. Los viejos partidos stalinistas tenían un encargado ideológico y las religiones un intérprete oficial de las sagradas escrituras, eso de la doctrina y la fe.

De otra parte, los propulsores de la llamada agenda valórica alternativa se muestran en extremo prudentes al abordar los entrabamientos conservadores de nuestra sociedad. Proponer el aborto terapéutico, es no proponer nada, el aborto terapéutico es una cosa de sentido común, que además se practica desde siempre.

Vamos a los aspectos que conforman el nudo de los entramados opresivos de nuestra sociedad conservadora.

El pensamiento posmoderno es la puesta en tensión de las grandes verdades totalizantes de la modernidad, es decir reconocer que, particularmente en el campo de lo ético, la verdad se nos muestras difusa y esquiva como una estrella danzante.

Suponer la existencia de la verdad objetiva en el campo ético es una pretensión arrogante sin base alguna en la realidad. Quienes bajo las trompetas del humanismo cristiano predican verdades universales y entre líneas se autoatribuyen la posesión del bien no hacen sino anunciar la noche oscura de las imposiciones totalitarias. Todo dueño de la verdad querrá tarde o temprano imponerla.

Pero, el mundo, ya vive una condición posmoderna que no sólo se desenvuelve a nivel del pensamiento filosófico sino en la praxis concreta de millones y que en su contenido esencial desconfían de las verdades absolutas y prefieren las verdades parciales, fragmentarias y respetuosas del otro.

El humanismo cristiano es un metal de madera. Un autentico cristiano solo puede concebir al hombre como un cordero de dios, ¿qué queda allí del humanismo?

El humanismo puede tener muchas formas, pero su expresión más radical es el socialismo, que es la doctrina que busca liberar al hombre tanto de sus cadenas económicas como ideológicas.

Sin certezas en lo axiológico y con una voluntad libertaria el socialismo sólo puede promover en éste ámbito el derecho de cada persona a disponer de su propio cuerpo. Esa es la única verdad, llena de tolerancia, aceptable para un mundo que ya vivió las barbaries de los totalitarismos.

La práctica del aborto aún se mantiene como una figura delictiva en el Código Penal chileno.

Esta situación ha venido siendo despenalizada progresivamente en un número creciente de países. Esto es perfectamente explicable si consideramos que la tendencia moderna del derecho penal es entenderse a sí mismo como una normativa de última fila; es decir, aplicable sólo a las conductas en que no sea posible sancionar o reprimir de otra manera.

En Chile se practica desde siempre un elevado número de abortos, que en sus condiciones sanitarias dependen de las capacidades económicas de la participante. Pero, a partir del control abrumador que sobre los medios de comunicación mantienen los sectores conservadores de nuestra sociedad, articulados con el repliegue cultural del progresismo que tan predispuesto se muestra a las libertades en lo económico, se ha instalado un discurso impositivo antiaborto que pretende ser también y simultáneamente una defensa del derecho a la vida. El cinismo de nuestra sociedad.

Quienes más propician esta supuesta defensa del derecho a la vida asintieron tácitamente con su silencio a las violaciones a los Derechos Humanos bajo la dictadura militar, cuando no participaron directamente en ellas.

El derecho a practicarse un aborto dice directa relación con la capacidad de una mujer de disponer de su cuerpo. O la mujer dispone de su cuerpo o lo hacen por ella los predicadores oscurantistas del conservadurismo católico en nuestra sociedad. Quiero que mi hija disponga de su cuerpo y no un predicador del Opus Dei con votos de castidad o un demagogo hablando sobre lo políticamente correcto. No se observan razones para que quienes tenemos concepciones científicas de la vida debamos sujetarnos a las concepciones éticas de quienes -esto también es respetable- son presa de supersticiones de diversa índole.

Si el suicidio no está penado y el auto inferirse lesiones tampoco, ¿por qué podría estarlo el aborto?

La situación llega a límites intolerables. El chantaje conservador es de tal magnitud que se discute si una mujer violada puede practicarse o no un aborto. Me gustaría saber si alguno de los dirigentes de la UDI se opondría si una de sus hijas fuera la violada.

Según la encuesta Casen, tan atemperada como se sabe, 842 mil chilenos viven con menos de un dólar diario. Estos compatriotas que subsisten como pueden no reciben gesto alguno de las organizaciones conservadoras y reaccionarias que hacen auto de fe respecto del aborto.

Hay cosas de fondo que tienen relación con una verdadera concepción de la modernidad. Reducir la sexualidad a la procreación es volver al oscurantismo de Tomás de Aquino, San Agustín y Torquemada. La liberación del hombre/mujer de las supersticiones de la edad media, implicó necesariamente la reivindicación autónoma/nihilista/hedonista del placer de la sexualidad.

elmostrador.cl, 27-V-06