´El cambio de plano de la dictadura´, Jordi Balló

En el punto de mira, película aún en cartel, Sigourney Weaver encarna a una realizadora de televisión que retransmite en directo la llegada del presidente norteamericano a la plaza Mayor de Salamanca. Cuando este inicia su discurso, recogido con una cámara frontal, alguien dispara contra él. La realizadora salta del susto, pero no se le ocurre que las cámaras miren para otro lado evitando la imagen de la tragedia. Si lo hubiera hecho, sus días como realizadora estarían contados.

Como deberían estarlo los del realizador que retransmitía desde Olimpia la ceremonia simbólica del encendido de la antorcha para los Juegos de Pekín. Las imágenes son conocidas: el presidente del comité organizador chino, Lui Qi, está hablando al aire libre, en el recinto acotado del ancestral estadio.

Detrás de él aparece un miembro de Reporteros sin Fronteras con una bandera y un policía griego que se abalanza sobre él. En décimas de segundo el realizador pasa a un plano general inverso, muy alejado de la acción, que recoge al público, y como pequeños puntos negros, al que habla, ahora casi de espaldas y a más policías griegos que se lanzan sobre los intrusos, que ahora intuimos que son dos o tres. Las páginas web de Reporteros sin Fronteras informan de que en la televisión china, que recogía la imagen con retraso, en falso directo, introdujeron a continuación unas imágenes de archivo de otras partes del complejo de Olimpia, para así oscurecer aún más lo que estaba ocurriendo. Pero nadie aclara lo que me parece más grave: ¿quién era el responsable de la captación de las imágenes, un realizador chino, uno griego o uno del COI? ¿Quién es el que decide en décimas de segundo que ante la aparición de lo inesperado hay que cambiar de plano e ir al general para distraer el punto de vista? Esta forma de actuar no es rara en Europa, y menos en países con dictaduras recientes, donde considerarían que este cambio de plano es de lo más normal, que en una ceremonia donde todo está atado y bien atado hay que esconder lo accidental. Por la reacción del COI ante los hechos, imagino que les parece de perlas esta manera de proceder del realizador responsable, sea chino o europeo, y que nadie de este organismo piensa pedir explicaciones por haber actuado con este instinto censor típico de las dictaduras. Como nadie ha pedido responsabilidades, se supone que esta forma de ocultación se da como buena para los Juegos.

1-IV-08, Jordi Balló, lavanguardia