´Consejo a las empresas de energía eólica´, Quim Monzó

La semana pasada, vecinos de las poblaciones de Carme, La Llacuna, Orpí y La Torre de Claramunt recogieron más de medio centenar de alegaciones contra el proyecto de parque eólico que impulsan - en la sierra de Orpinell- la empresa Energías Renovables de Anoia y el Ayuntamiento de Orpí, con catorce aerogeneradores de 150 metros de altura. Y el viernes, en la sección de Cartas de los Lectores de este diario se publicó una que protestaba tanto por la instalación de un parque eólico en Horta de Sant Joan como por el hecho de que el alcalde convocase a una consulta popular (que perdió) con una pregunta tramposa. En este caso la cantidad de aerogeneradores que prevén instalar es de dieciséis, y de 140 metros de altura.

En los años sesenta y setenta, los ecologistas alababan la energía eólica, que - junto con la solar- presentaban como una de las alternativas a la perversa energía nuclear. Pues resulta que, pocas décadas después, tampoco les gusta. Yo entiendo eso que dicen de que hay aves que atraviesan el recorrido de sus aspas y mueren cercenadas. Pero aparte de eso y de la cuestión estética, ¿hay algo más? El grupo ecologista Seo/ BirdLife dijo en un comunicado que el proyecto de Horta de Sant Joan "no justifica echar a perder un paisaje que representa el máximo valor patrimonial". ¿Se trata del paisaje, entonces? Si es así, lo entiendo también, porque hay paisajes singulares para los que un cambio radical significa un atentado. El de Horta debe entrar en esa categoría, supongo, y quizá también el de Orpí.

Pero hay otros paisajes que de singulares no tienen nada. Paisajes a los que unos molinos de viento, más que empeorarlos, los mejorarían. Y, en cambio, últimamente se ha puesto de moda considerar que los nuevos molinos de viento son siempre horriiiibles.Gente que desgracia su entorno vital a base de sobrecargarlo de un exceso rural impostado, gente que convierte cada muro en una sucesión de piedrecitas con pórtland (que ellos llaman piedra vista),gente que pone ruedas de carro en el porche de su chalet de primera línea de mar, gente que pone tejados de pizarra (de pendiente agudísima) en su casa del Montseny, gente así repite hoy en día la cantinela de que los molinos son algo horrible. Y, en cambio, cuando viajan a Mallorca y ven tantos viejos molinos les parecen preciosos. ¿Por qué? Porque, para ellos, el súmmum del buen gusto es lo viejo. Si un objeto es viejo y está oxidado y le pones unas flores secas alrededor, pues es la rehostia.

Mi consejo (gratuito) a las compañías de energía eólica es este: rodeen cada aerogenerador con una pared circular pintada con cal, cubran las aspas con tela y pónganle un tejado rústico: para que parezcan los molinos de Don Quijote. Serán una cutrada, sí, pero a la gente les parecerán preciosos.

22-III-08, Quim Monzó, lavanguardia