´El capitalismo inventó el matrimonio por amor´, entrevista a Luc Ferry

Está cansado de hablar del Mayo del 68 francés y eso que ha sido uno de sus principales detractores, aunque también ha salvado algún mueble de la herencia que dejó aquella ideología que levantó la bandera del "prohibido prohibir". Nacido en París en 1951, bisnieto del fundador de la escuela pública francesa Jules Ferry, ministro de Educación de finales del XIX, es un filósofo que compagina con éxito su vida de escritor y docente. Catedrático de Filosofía y doctor en Ciencias Políticas, fue ministro de Juventud, Educación e Investigación desde el 2002 hasta el 2004, con Jacques Chirac en la presidencia y Raffarin como primer ministro, y prohibió los símbolos religiosos en las aulas. Ha escrito más de una veintena de libros y atesora, entre otros, el premio Médicis de ensayo y el Jean-Jacques Rousseau. Extremadamente educado y de hablar incansable, se ríe con ganas cuando se le contradice.

A los quince años se puso a leer Crítica de la razón pura, de Kant, y dice que no entendió nada. Años después, Luc Ferry decidió estudiar esta disciplina y especializarse en Kant. En la sede del Instituto Francés de Barcelona, donde presentó su último libro, Familia y amor. Un alegato a favor de la vida privada (Taurus), el filósofo asegura que el capitalismo "inventó el matrimonio por amor".

Familia y amor, ¿conceptos indisociables?

En la edad media, el matrimonio no estaba basado en el amor y el concepto de familia tampoco. En aquella época, el matrimonio tenía como objetivo garantizar la transmisión del linaje, mantener el patrimonio familiar y estrechar lazos económicos. El matrimonio por amor no existía. El capitalismo destruye todos esos valores y descubre el matrimonio por amor. Ahora uno escoge con quién se casa y lo hace por amor.

No todos son por amor. ¿El capitalismo inventa el matrimonio por amor?

Sí. Las mujeres jóvenes abandonaron sus comunidades rurales de origen, donde las obligaban a casarse por interés, y se fueron a trabajar a las ciudades. Allí, trabajando como sirvientas en las casas de los burgueses, logran una doble libertad: estar fuera del control social de la Iglesia y de sus padres, que las obligaban a casarse con quien ellos querían, y adquirir anonimato y autonomía financiera. Gracias a esa autonomía pueden decidir con quién se casan y lo hacen por amor. El matrimonio por amor surge de la libre decisión, y eso supone la liberación del individuo.

¿Las mujeres son las protagonistas de esa liberación?

Expresan la vanguardia del movimiento de liberación. Todo lo privado era femenino, por eso tienen una ventaja histórica. Los valores del amor, tradicionalmente femeninos, ahora son universales porque los varones los van adquiriendo poco a poco, y ese es un avance muy importante. El cambio que supone el matrimonio por amor tiene unas consecuencias enormes en toda Europa, económicas y sociales.

¿Qué consecuencias?

La invención del divorcio. El divorcio, en el matrimonio por intereses, no tiene sentido. Además, el matrimonio por amor es extensible a otros colectivos, como el de los homosexuales. Otra de las consecuencias es que se ama a los hijos como nunca. Y otro cambio importante lo experimenta la religión, porque la familia basada en el amor está directamente ligada a la laicidad.

¿La religión pierde poder?

Sí. La gente estaba vinculada a la comunidad a través de la religión y al separarse de la comunidad lo hace de la religión. Hoy somos más afectivos y el hombre moderno es más frágil, está menos protegido por la religión. Somos menos creyentes, incluso los cristianos ya no creen que sus seres queridos los esperan en otro lugar.

¿Desaparecen valores?

Sí. El capitalismo moderno implica la deconstrucción de los valores tradicionales. Los tres valores sagrados, que son Dios, la patria y la religión, las tres causas de la muerte, de sacrificio, desaparecen. No conozco a nadie dispuesto a morir por alguna de estas tres causas y eso es muy positivo y significa que Europa ha hecho un progreso formidable.

¿Esos valores son sustituidos por otros?

Sí, por la sacralización de la humanidad. Ahora arriesgamos la vida por nuestros hijos, por los que amamos. Eventualmente la acción caritativa también arriesga la vida. Aparece un nuevo humanismo, que es el del amor.

Usted sostiene en su libro que lo público está más que nunca al servicio de lo privado.

Asistimos a un nuevo concepto de familia moderna que lleva aparejada una reorganización de la vida política en dos sentidos. El primero es que nos preguntamos y preocupamos por el mundo que dejaremos a nuestros hijos, y eso es una gran novedad porque antes nadie se preocupaba; es más, los mandaban a la guerra. El segundo es que todos los problemas privados también son públicos. Desde las guarderías hasta el choque de civilizaciones, todo eso afecta a la esfera privada y a la pública. Y la política que debe hacer el Estado tiene que estar al servicio de las familias, de lo contrario no se fortalecerá.

¿Ese alegato en favor de la vida privada que hace en su libro incluye la aceptación de la ostentación de la privacidad, como la que ha hecho Sarkozy?

Antes todo estaba basado en la mentira. La familia burguesa sostenía que no existía el engaño y, sin embargo, era inseparable de una institución denominada burdel. Hoy los políticos se muestran como son, tienen una vida normal. Que un presidente se divorcie no es chocante porque es lo mismo que hacen el resto de los seres humanos. Cada uno puede hacer lo que quiera, dentro de unos límites, por supuesto.

27-IV-08, M. Beltran, lavanguardia