fronteras (y Gobiernos) que prescinden de las personas (ciudadanos)

Macedonia se guarda la carta del reconocimiento de la independencia de Kosovo, que le ha costado la precipitación de las elecciones el pasado domingo para, entre otras cosas, presionar a Pristina en un asunto fronterizo en apariencia poco trascendente pero que ya ha propiciado que grupos de albaneses armados patrullen la frontera entre los dos países.

Serbia y Macedonia sellaron un pacto en 2001 por el que Belgrado cede 2.500 hectáreas de territorio kosovar que quedaron en el lado macedonio tras la desintegración de Yugoslavia. Con el acuerdo, Serbia ganó un vale de protagonismo para un futuro que pintaba gris, y ahora reivindica un papel en la delimitación de la nueva frontera que tanto Kosovo como Macedonia le niegan. Pristina ha tenido que acatar el retroceso territorial, aceptado por la ONU desde el principio, por el que las tierras de 500 campesinos pasarán a Macedonia.

Las municipalidades de Kaçanik y Vitnia están en vilo. La quietud bucólica de los pajares y las chimeneas humeantes de esta región montañosa contrastan con los nervios que se viven en Dabellde, uno de los pueblos más afectados. Una decena de hombres se arremolinan en la calle alrededor un mapa oficial que han conseguido y observan con precisión científica la franja roja que marca la nueva frontera. Sus casas dependen de los milímetros de más o de menos que acaricie la temida línea sobre el papel.

Dabellde perderá 429 hectáreas, entre las que hay huertos y cultivos de 230 campesinos. Zymri Ilazi, el alcalde, explica que desde 2001 se han manifestado pacíficamente, pero admite que se han planteado acciones más directas: "No es nuestro deseo, pero la tierra es la tierra". Medios locales han informado de hombres encapuchados y armados patrullando a lo largo de la línea fronteriza de Dabellde, Tanusevci y Mjak con Macedonia, con la intención de defender la linde actual. Cuatro hombres fueron detenidos en Gjilan, cerca de la frontera, cuando transportaban munición y armas de alto calibre en su coche.

Ibrahim Hassani es consciente de que perderá su casa. Desde 2003 intenta ir a trabajar sus tierras pero, afirma, los soldados macedonios disparan a quienes, como él, lo intentan. Según Hassani, la fuerza multinacional de la OTAN en Kosovo, la KFOR, "nos ha pedido que no creemos problemas. Estuvimos tranquilos hasta que se declaró la independencia de Kosovo".

¿Por qué Macedonia acepta más territorio habitado por albaneses si ya tiene problemas para gestionar el 25% que representan en su población? Precisamente en 2001 una guerrilla albanesa se alzó en Tanusevci y libró violentos combates contra el ejército macedonio por el control de varias localidades. No es ninguna coincidencia que el pacto fronterizo se firmara ese año. Para los macedonios es peligroso reconocer Kosovo con la actual indefinición fronteriza. Una demarcación definitiva les protegería, a pesar de todo, de una amenaza panalbanesa.

En medio de un silencio reflexivo, Ismet observa mejor el mapa y se da cuenta de que perderá algunos huertos. Ya le cuesta vender sus patatas en medio de la crisis económica que atraviesa el país. "Sin duda es un problema", resopla. La triste comitiva de hombres fuma en silencio mientras se desplaza lentamente por la carretera sin asfaltar. Fasli Neziri, el maestro del pueblo, deja de trabajar su viña para sumarse a la conversación: "Tenemos documentos que prueban que estas tierras son nuestras, las heredamos de nuestros abuelos", dice emocionado.

Ibrahim quiere mostrar su casa. Se detiene de golpe. Un árbol seco en la cuneta es lo único que materializa una frontera que sólo él ve: "Esto ya es Macedonia". Mira su hogar con nostalgia: "Quizá me echen de mi casa algún día, pero no será vivo", dice, haciendo el gesto de apuntar con una escopeta. "Ni la ONU ni nuestros políticos, sea lo que sea lo que decidan, impedirán que vayamos a trabajar nuestras tierras".

4-VI-08, A. Muñoz, lavanguardia