´El país de los eufemismos´, Màrius Carol

En este país resulta harto difícil llamar a las cosas por su nombre, porque desde Agamenón al porquero están dispuestos a jugar con las palabras como el ilusionista con los naipes. Así que los diarios han pasado a ser un álbum que colecciona eufemismos, que son estas expresiones aceptables o menos ofensivas que sustituyen a otras consideradas demasiado vulgares o excesivamente rotundas. El escritor Luis de Val dijo en una ocasión que los eufemismos son como los trajes de Chanel, que sirven para cualquier época, pero a tenor del uso de tales perífrasis habría que corregirle para señalar que se parecen más a los vaqueros que el personal se enfunda igual en una excursión que en una recepción oficial, de tal manera que cualquier día van a dar picnic en los palacios.

El gran constructor de eufemismos en este país es Pedro Solbes, que se niega a decir que la tormenta que cae es una crisis de campeonato. Para él sólo estamos en "la fase bajista del ciclo", vivimos una mera "contracción económica" o simplemente nos enfrentamos a "una desaceleración significativa". Su jefe, el presidente Zapatero, hace unos días pasó por las jornadas del Cercle d´Economia para explicar al empresariado que nos enfrentamos a "un ajuste intenso", que debe ser otra forma de verlo...

Desde el poder, los eufemismos amenazan con llevársenos la realidad por delante. Cuando el conseller de Medi Ambient, Francesc Baltasar, quería trasvasar agua del Segre a Barcelona, dijo que iban a hacer "una captación puntual de agua reversible". Y esta misma semana la ministra Elena Espinosa ha declarado que el Gobierno "no descarta las interconexiones de intracuencas", que es una perífrasis para no tener que emplear el término maldito (trasvases). En el asunto de la sequía hay dos conceptos nuevos que se nos han colado de matute en las páginas de la prensa: "la cultura del agua", como si no pudiéramos hablar pura y llanamente de la necesidad de ahorrar para preservar el líquido elemento, y el "agua de boca", como si los políticos quisieran resaltar su carácter de necesidad con el eufemismo, cuando el diccionario ya contempla la voz potable para referirse al agua que bebemos.

En este país hablamos de "cese temporal de relación" para no hablar de la separación de una infanta, de los "piquetes informativos" cuando se trata de piquetes coaccionadores, o de "violencia de género" para referirnos a crímenes en el seno de la familia. Queremos ser tan políticamente correctos que pronto vamos a dar risa. ¿O quizás habría que decir que vamos a provocar que se relajen los músculos faciales ajenos?

15-VI-08, Màrius Carol, lavanguardia