ŽLobos para el hombreŽ, Martina Klein

"Que no panda el cúnico", solía decir El Chapulín Colorado, superhéroe mexicano de pacotilla, conquistador de las tardes de mi infancia en Argentina. Pero lo cierto es que a la gente le gusta un buen pánico bien cundido. Es ya una necesidad fisiológica y un hilo tensor de la vida para que ésta no fluya, sino, con exabruptos. Cundió el pánico en el 2000, con el cambio de milenio, ¿os acordáis? Que los ordenadores se colapsarían y, por lo tanto, el universo entero…, que Paco Rabanne se puso a dar voces desde lo alto de la torre Eiffel vaticinando el fin del mundo. Y aquí estamos todos nosotros, y nuestros respectivos (ordenadores), laureando a los creadores de Google con un Príncipe de Asturias. Y el señor Rabanne, vivito y facturando.

Cundió el pánico con las vacas locas. Las vimos morir chaladas y sacrificadas en la tele y dejamos de comer carne vacuna por unas pocas muertes en Gran Bretaña. Hablábamos de la encefalopatía espongiforme como si fuese lo más normal del mundo juntar dos vocablos consecutivos de 13 y 12 letras en una misma frase. Nos sentamos a esperar los resultados de la epidemia… y nada. Bueno, en casa se nos murieron dos gatos con síntomas idénticos a los de las vacas de la tele y cuya alimentación era un pienso fabricado, atención, en Gran Bretaña. Los veterinarios, ante tal teoría, casi nos encierran. En fin.

Cundió el pánico con la gripe aviar. Tuvimos que deleitarnos la vista con montañas de pollos masacrados, ergo, dejamos de comer pollo, y nos quedamos frente al televisor esperando las noticias de la pandemia. Y nada. Ya no hay gripe aviar, a otra cosa mariposa.

Cundió el pánico con el calentamiento global, que visto lo visto a la fecha que estamos y el frío que ha hecho, ya no sabemos si no será el enfriamiento lo que nos debiera preocupar. Al sector turístico y textil, desde luego sí.

Y cunde que te cunde, cundió hace muy pocos días cuando temíamos quedarnos sin agua y perdíamos la compostura tironeando del trasvase. Ahora todavía estamos achicando los resultados de la tromba que nos cayó. Vale, ni calentamiento ni enfriamiento; la campaña Al Gore lo llamó cambio climático, epíteto impepinable (¿o el clima, acaso, no implica cambio?) y lo curioso es que nada de lo que está pasando, sucede por primera vez: no se recuerdan temperaturas, lluvias, sequías desde… Es decir, que ya pasó antes. Sea como fuere, que no decaiga el pánico.

La nota cómica de la huelga es la gente que se ha tirado en plancha sobre las estanterías de los supermercados, no sea que nunca más pueda llevarse comida a la boca. No les culpo. El miedo es un músculo que se entrena. Pero una piensa: ¿algún día vendrá el lobo? ¿O es que el lobo no existe? ¿O es que el lobo es el hombre para el lobo?

14-VI-08, Martina Klein, lavanguardia