´Europa no es una Gran Suiza´, Lluís Foix

Habrá que dilucidar si los resultados del referéndum irlandés sobre el tratado de Lisboa tienen que ser revocados por los propios irlandeses o son los otros 26 estados de la Unión Europea los que han de detener el proceso de aprobación del tratado que será ratificado por los gobiernos o por los parlamentos. Los euroescépticos están eufóricos porque las instituciones europeas se han paralizado. Los europeístas sabemos que, ciertamente, el no de Irlanda significa una pequeña gran crisis en la que no se había previsto un plan alternativo. Pero ¿a quién se le ocurre permitir que el referéndum en un país, pequeño o grande, pueda paralizar el tratado de Lisboa? Se sabía de la existencia de estos sustos como el de Dinamarca en 1992, el de la propia Irlanda en el 2001 tumbando el tratado de Niza, el de Francia y Holanda en el 2005 paralizando la Constitución.

Irlanda ha vuelto a poner palos en la rueda democráticamente. Ha dicho no a Lisboa. Los líderes de la UE tienen que tener en cuenta dos cuestiones. La primera es que si cada consulta en referéndum es una aventura arriesgada que puede hacer saltar por los aires o paralizar las instituciones, quizás habrá que preguntarse si las relaciones entre los dirigentes y los votantes necesitan una revisión porque es posible que vivan en mundos distintos. En un referéndum se formula una pregunta y se responden muchas otras cosas. Se sabe lo que se pregunta pero las respuestas llegan cargadas de muchas otras consideraciones.

La segunda cuestión es que el éxito de Europa fue idea de minorías muy preparadas, muy responsables, con ideas claras y abiertas que convirtieron a Alemania y Francia en el gran motor de un proyecto supranacional que ha alejado de Europa el fantasma de la guerra y ha unificado un continente que en el último siglo ha conocido dos guerras mundiales, muchas dictaduras, revoluciones, pactos militares, sistemas contrapuestos, fronteras movedizas en todas direcciones.

Europa no puede ser una Gran Suiza en la que se somete a referéndum hasta el nombre de los valles. La Unión debe recuperar la convicción de sus fundadores que pusieron por delante las corrientes culturales, espirituales y de convivencia, por encima de las realidades políticas y económicas que varían en los sucesivos tiempos con la aparición de nuevos personajes.

17-VI-08, Lluís Foix, lavanguardia