´Puestos a limpiar, limpiemos´, Quim Monzó

En la BBC explicaban el otro día lo que sucedió hace poco con un camión de la limpieza de Nueva York, de esos que van por la calle con grandes brochas rotatorias que barren la basura del suelo - papeles, hojas, latas...- y la dirigen hacia una abertura inferior que la succiona. Pues bien, el camión iba por la calle, aplicado en su tarea, cuando de repente un perro se situó delante de una de las brochas y - ¡shwooop!-para adentro que se fue. El amo del perro se quedó de pasta de boniato, con la correa en la mano.

La escena trae a la memoria aquel running gag de Un pez llamado Wanda,en el que una señora de edad va con tres perritos por la calle. El personaje que interpreta Michael Palin tiene que matar a la mujer. Pero, como es un manazas, en vez de matarla a ella mata a uno de los perros. Lo intenta una segunda vez y, de nuevo, la mujer se salva. Muere otro de los perros. Sólo le queda uno. Que también ese va a morir salta a la vista. Lo excitante es ver cómo. Hay que recordar, por cierto, que el personaje que interpreta Michael Palin adora a los animales y que ha soportado ver como el pérfido Kevin Kline se tragaba, sin siquiera masticarlo, un pececito de su cuidada pecera. Pues bien, Palin - toscamente vestido de rastafari- suspende un enorme bloque de hormigón de algo así como una gran cuerda. Su idea es disparar sobre esa cuerda para que el bloque caiga sobre la mujer. Pero, como era previsible, el bloque cae sobre el perro - ¡chaaf!-,mientras la mujer, atareada con el paraguas (de repente se ha puesto a llover) sigue adelante, sin darse cuenta de que su chucho ya no la sigue. Y no se da cuenta porque lo lleva de una de esas correas que se alargan y se alargan. Cuando finalmente la mujer se vuelve y ve el bloque de cemento en la acera y la correa que se pierde debajo (e imagina el puré al que debe de haber quedado reducido su perro) cae fulminada de un infarto.

La diferencia con lo sucedido en Nueva York es que esto es real. Sabemos los datos: el amo del perro se llama Robert Machin, el perro muerto se llamaba Ginger y era un Boston terrier. Machin explica que notó una sacudida de la correa y, cuando se giró, vio como Ginger desaparecía entre las brochas del camión de la limpieza.

La pregunta es: al igual que la correa de la película, ¿la del perro neoyorquino era también de esas que se alargan y alargan, metros y metros, tanto que a menudo vas por la acera y tropiezas con una de ellas, y entonces el amo del perro (y de la correa), en vez de disculparse, te mira con ojos de reproche y tú piensas: "Otro día saldré de casa con una tijera y la cortaré"? Porque, si es así, si era también de esas, lo que habría que lamentar es que quien cayese entre las brochas del camión de limpieza fuese el perro y no su amo. De forma que, para asegurar el tanto, habrá que empezar a colocar brochas el doble o triple de grandes.

19-VI-08, Quim Monzó, lavanguardia