´Mutatis mutandis´, Quim Monzó

La Iglesia católica es una gran caja de prestidigitación. Parece ser que sus mandamases andan ahora revolucionados porque - oh, maravilla- han descubierto que la Cope falsea, tergiversa, miente, calumnia, siembra la cizaña, incita al odio... El domingo, en La Vanguardia,el artículo que desde Roma escribía María-Paz López llevaba por título "El Papa emplaza a las radios católicas a respetar la realidad". En el texto, López anotaba: "los obispos (españoles) se decantan por un cambio de rumbo, como se ha visto esta semana en Madrid en la reunión de su comisión permanente"; "Bru (director del área sociorreligiosa de la Cope) admitió que ´hoy más que nunca es muy discutible que la Cope sea fiel al ideario en todos y cada uno de sus programas y en todos y cada uno de sus comunicadores´"; "el embajador de España ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, declaró a La Vanguardia a propósito del matinal de la Cope, que ´hay sectores en el Vaticano preocupados, ven el daño que produce a la Iglesia, porque la distorsiona´".

Ojo al dato: están preocupados por "el daño que produce a la Iglesia", no porque falsee, tergiverse, mienta, calumnie, siembre la cizaña o incite al odio. En cualquier caso, y aunque sea por interés propio, ¡cuanta clarividencia! ¿De verdad hasta ahora no se habían dado cuenta de todo lo que escupe la Cope? ¿Hasta ahora la escuchaban y les parecía una bendita emisora? ¿Qué será lo que les ha hecho cambiar de opinión y decir: "No es ese el camino que debemos seguir, hermanos"? Está claro: "el daño que produce a la Iglesia".

Los trucos de esa caja de prestidigitación los hemos visto muchas otras veces, pero siempre fascinan. Se adaptan a todas las circunstancias sin reparo alguno. Donde otros dirían "Hombre, que se nos va a ver el plumero", ellos cogen el plumero y lo convierten en parte de su indumentaria episcopal. Nunca homogénea, la Iglesia católica tiene fracciones para todos los gustos. Si durante décadas hizo del nacional-catolicismo su ideal de fe, luego, cuando el franquismo ya no daba para mucho más, poco a poco empezó a hacerse notar la fracción con barba y pantalones de pana, de modo que, así, parte de ella pasó a la historia como adalid del antifranquismo.

Ahora, durante estos últimos lustros, se han dedicado a alimentar el engendro. Servitud hacia la derecha más rancia, fomento del odio y la xenofobia contra lo catalán, creación (según los sabios analistas) de una situación de preguerra civil... Pues ahora, según se ve, en un plis-plas cambiarán de maquillaje, dirán que el engendro se ha pasado y que no están de acuerdo con todas esas cosas tan feas que dice. Le pagarán lo acordado, cancelarán el contrato y quedarán como héroes bondadosos. En vez de cascos y mangueras llevan báculos, anillos pastorales, cruces en el pecho, solideos o mitras, pero son pirómanos bomberos.

25-VI-08, Quim Monzó, lavanguardia