´El gol y la goleada´, Baltasar Porcel

Me pasé la noche de ese célebre partido de fútbol en tierra de los dos bandos, España y Alemania. Algo curioso en nuestro tiempo abierto, es que en ciertas materias volvemos a la edad media, de cuando Siena la vendía Córcega a Génova, o Aragón Montpellier a quien fuera, ¡qué bonito saltarse, con sólo un cofrecito de onzas de oro, las fronteras, naciones, coronas y oligarquías dominantes! O sea, por lo que hoy vale un chaletazo o un yatazo. Incluso mejor esto que estar en la Unión Europea.

Y tan democrático, el capital y la propiedad al alcance de todos con el mercantilismo e hipotecas. Así, en la noche de marras estando en mi pueblo y en otro sitio de Mallorca, o sea, en tierra pródiga en etnias, ciudadanías estatales y sus posesiones inmuebles, con alemanes y españoles al frente de la turbamulta.

Anduve, pues, por calles, playas, restaurantes y tiendas donde dominaban los indígenas y los inmigrados, a menudo de talla sencilla, y diligentes laborando de camareros, taxistas, guardias urbanos. El pobre debe ser servicial, la especie es sabia. Luego había algunos de bigotillo y gesto madrileños, con empingorotadas mujeres.

Pero los pletóricos eran cuantiosos germanos, gruesos ellos y rollizas ellas, con su cerveza y risotadas, el pan de centeno y mordaz sonido idiomático. Yendo y viniendo de sus chalets y barcos, los más iluminados y voluminosos del idílico paisaje insular.

Ante las vicisitudes balompédicas, emitidas por televisiones y radios, los alemanes eructaban con risueña benevolencia, mientras los españoles chillaban con agudeza, en la que pululaba la palabra España. Cada comunidad estaba en su respectivo país.

Pero con esa diferencia física y económica que digo, y que se acrecentó al final del partido. Que dicen ganó España por un gol, que los usuarios de su DNI jalearon saltando, aporreando cláxones y tirando botellas vacías por la arena. "¿Qué hay?", pregunté. "¡Que arriba España y que hay que disfrutar!", contestaron volcando un contenedor de basura. Asentí. Los alemanes se reían, señoreándose.

Y es que yo ignoraba lo patrióticamente arengados que habían sido esos indígenas; después lo comprobé en la televisión, en las peroratas de quienes están en las cimas del Estado, en sus conceptos: "La unión de todos hace la fuerza", "el orgullo de ser español", "un triunfo sobre el mundo que hemos esperado durante 44 años", "Como el Gran Capitán, hemos demostrado quienes somos".

Y Zapatero se declaraba el primer presidente en democracia que conseguía tal éxito, aunque me aseguran que no jugaba en el césped, y añadía que daría dinero, trabajo y presos etarras a la parte de España aún propiedad de españoles. Aunque el mismo telediario rezongaba que aumentan la inflación, el interés hipotecario y la caída de la bolsa. ¡Goleada!

3-VII-08, Baltasar Porcel, lavanguardia