En muchas ocasiones la droga es el principal instrumento de financiación de los grupos terroristas. La mayor parte de los macro-atentados que ha sufrido el mundo han sido financiados con el tráfico de narcóticos. Además, el mejor escenario para el cultivo y para el tráfico de drogas es un país inestable donde las instituciones son débiles y los políticos dependen de los narcotraficantes.

El último atentado contra la embajada de la India en Kabul es un claro ejemplo y por ello todo el mundo ha apuntado, tácita o expresamente, al servicio de inteligencia (ISI) y a los grupos terroristas protegidos por Islamabad.

EL OPIO, JUGOSA FUENTE DE INGRESOS

Decir opio es decir Afganistán. El año pasado el 93 por ciento de la producción mundial de opio salió del país pastún.

El origen de este tenebroso fenómeno tenemos que encontrarlo en la invasión soviética de Afganistán y la reacción de la CIA: financiar a los creyentes (talibanes) utilizando entre otras cosas el dinero obtenido con el tráfico del opio que se producía en Pakistán. Para ello contaba con la inestimable colaboración del servicio secreto pakistaní, el poderoso ISI, que tuvo una gran implicación en este negocio. Para muestra, la detención en 1983 de toda la cúpula del ISI en Quetta, núcleo junto con Peshawar de la resistencia frente al invasor comunista.

Tras la retirada del ejército rojo de Afganistán, se abrió un período de caos en el que los Talibán se hicieron con el poder tras derrotar a los líderes de la Alianza del Norte, que eran acusados de ser traficantes de droga.

El nuevo régimen decidió castigar con la muerte, entre otros delitos, el consumo de drogas ya que iba contra la Sharia. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que no podían sobrevivir sin esa jugosa fuente de ingresos y decidieron enmascararla ideológicamente.

La explicación oficial fue que era una manera de luchar contra los kafirs, es decir, los infieles que consumían la heroína en Europa y Rusia, quienes estaban siendo debilitados por su adicción. Sin embargo, la verdad es que además del dinero que les reportaba el tráfico no querían enfrentarse a los campesinos que la producían. A estos precisamente les impusieron una tasa islámica (usher) y a los traficantes otra (zakat) que posteriormente sería redistribuida entre los pobres.

UNA TRADICIÓN MUY ENRAIZADA (Y RENTABLE)

La caída de los Talibán no supuso una reducción en la producción de droga. Desde la intervención norteamericana la producción de opio en Afganistán se ha multiplicado exponencialmente. Desde el año 2001, cuando si se produjo una reducción (200 toneladas) ya que el precio del opio estaba por los suelos, la producción de este cultivo en Afganistán no ha hecho más que crecer llegando a un máximo de 6.100 toneladas en 2006. Lejos de reducirse, el pasado año la producción ha vuelto a incrementarse hasta 8.200 toneladas.

En lo que a las zonas de producción se refiere, éstas coinciden con las áreas donde la presencia de los Talibán es más fuerte, es decir en Helmand, Kandahar y Nangarhar. Acabar con la producción de opio es francamente difícil porque se encuentra muy enraizado en la propia sociedad afgana. El campesino que cultiva trigo obtiene unos 400 dólares por hectárea mientras que el que cultiva opio alcanza los 13.000 dólares. Además, los traficantes ofrecen unos préstamos (Salaam) que permiten a los agricultores asegurar la producción al tiempo que se convierten en reos de estas mafias. Asimismo, el sistema de braceros que funciona en Afganistán provoca que los campesinos que recorren el país en busca de trabajo extiendan el modelo de cultivo de opio, lo que hace más difícil erradicarlo.

NEGOCIO SUCULENTO HASTA PARA EL GOBIERNO

El gobierno de Karzai formalmente parece luchar contra esta plaga aunque bien es cierto que está siendo cuestionado por la implicación de personas cercanas al propio presidente en el negocio de los narcóticos.

Por ejemplo, en las oficinas el ex-gobernador de Helmand, Sher Mohammed Akhundzade, fueron halladas 9 toneladas de pasta de opio y en lugar de ser juzgado y encarcelado fue nombrado presidente del Senado (Consejo de Ancianos). Además muchos de los parlamentarios están acusados de recibir dinero de los traficantes, que controlan el país política y económicamente ya que el 45 por ciento del PIB afgano procede del tráfico de drogas.

Ninguna de las prohibiciones (cultivo, tráfico y abuso) que ha llevado a cabo el gobierno desde 2002 ha surtido efecto. Incluso, el agosto de 2004 se llegó a recurrir a una fatwa promulgada por el Consejo General de Ulemas en la que se afirmaba que el cultivo de droga iba en contra de la Ley Islámica. Tal y como muestran los datos ninguna de estas acciones ha sido efectivas.

IMPLICACIONES REGIONALES Y GLOBALES

El problema del opio va mucho más allá del propio Afganistán ya que tiene implicaciones tanto regionales como globales.

nivel regional, se está produciendo una desestabilización generalizada debido principalmente a las rutas de la droga. La principal entre estas rutas es la que atraviesa Pakistán ya que los traficantes buscan alcanzar los puertos de Karachi y Gwadar. Allí embarcan la droga con destino al Golfo Pérsico o a Turquía desde donde se distribuye en Europa. Hay que decir que una parte de la droga que llega a Pakistán no cruza la frontera por el sur sino por el este, a través de la zona del Khyber. Allí se encuentran una gran cantidad de laboratorios controlados por los Shinwari presentes tanto en Pakistán como en Afganistán y con importantes conexiones con los Talibán.

La segunda de las rutas es la que pasa por Irán y utiliza los vínculos de las tribus baluches en la zona de Zaranj. Esta droga pasa sin procesar por Irán y llega a Turquía a través del Kurdistán iraní, una zona conocida como el desierto de la muerte. Después es distribuida principalmente en Europa del Este y Rusia donde los adictos a la heroína, al igual que en Irán y Pakistán, se han disparado.

La tercera ruta es la que utiliza Asia Central. Sale de Afganistán por el norte, principalmente hacia Uzbekistán por Termez, hacia Tayikistán por Horog y hacia Turkmenistán por la zona de Badghis.

LA INESTABILIDAD LLAMA A LA ILEGALIDAD

En lo que al islamismo radical se refiere, cuatro son los grupos que se relacionan con el tráfico de drogas; Hizb-i Islami/Gulbuddin (HIG), los propios Talibán, el Movimiento Islámico de Uzbequistán (IMU) y Al-Qaeda. El HIG es quizás el grupo que está más implicado en el tráfico de drogas al tiempo que es también quien tiene mayores vínculos con el ISI. Su vinculación con el tráfico de narcóticos se remonta a los años 80 cuando luchaban contra la antigua Unión Soviética.

Los Talibán han sido los dominadores del tráfico de droga y su llegada en 1994 supuso un incremento de la producción de opio. Muchos son los comandantes talibán que han estado implicados en el tráfico de drogas, como Haji Bashir Noorzai o Haji Baz Mohammed, lo que demuestra la alianza de conveniencia entre los Talibán y los traficantes.

El papel del IMU está más reducido a la protección del tráfico, sobre todo en los enclaves uzbecos de Asia Central donde los traficantes encuentran puntos seguros. También el IMU utiliza el sur de Kirguizistán, donde era fuerte, como punto de apoyo. Hoy está casi desmantelado, como movimiento.

En lo que se refiere a Al-Qaeda, aunque la relación no está del todo clara, sí se sabe que señores de la droga como Haji Juma Khan tienen una estrecha relación con Bin Laden y el Mullah Omar.

A modo de conclusión podemos decir que mientras Afganistán y Pakistán sean dos países inestables y casi sin gobierno serán el escenario ideal para las mafias de la droga ya que el caos es el marco perfecto este tipo de negocios ilegales. Así acontecimientos como los recientes atentados de Kabul, Karachi o Islamabad favorecen una inestabilidad imprescindible para los narcotraficantes.

Alberto Priego, desde Londres, 9 de Julio de 2008, safe-democracy