muere Bronislaw Geremek, referente europeo y europeísta

Pérdida irrecuperable", "personaje histórico", "momento de profundo dolor". Pocas veces suenan tan auténticas las repetidas palabras pronunciadas a modo de epitafio a la muerte de personalidades conocidas. La muerte de Bronislaw Geremek es ciertamente el caso en que las convierte en estridentes verdades. Lo demuestra tanto su larga y singular biografía, con un ascenso imparable hacia la excelencia pública como científico, intelectual, político y hasta estadista, como el hecho de que en la Polonia de hoy, donde el encarnizamiento ideológico y los odios políticos no salvan a nadie, la letanía de pésames que ayer había provocado su deceso haya sido unánime. Geremek murió en un accidente de tráfico cerca de la frontera occidental con Alemania, a la edad de 76 años.

Bronislaw Geremek personificó, como muchos otros polacos de su generación, la dramática historia de Polonia desde la segunda guerra mundial y el largo periodo comunista hasta su salto a la libertad y la democracia, pero con especial fuerza gracias a su capacidad intelectual, su olfato en un momento histórico crucial y su valor personal.

Nacido en una familia judía en 1932, fue un superviviente del holocausto. Su padre murió en Auschwitz. Nunca quiso hablar de su niñez y su adolescencia, pero pese a ello no pudo evitar que desde sectores antisemitas se pretendiera atribuirle las peores intenciones cuando alcanzó la cima de sus méritos patrióticos al acompañar en 1989, como su mano de derecha, al líder de Solidarnosc, Lech Walesa, en el arranque de la transición democrática polaca.

En 1950, tras la guerra, se había alistado como tantos otros jóvenes polacos en busca de un porvenir mejor, al Partido Comunista, que abandonaría dando un portazo en 1968, cuando la Polonia comunista se sumó a la intervención militar soviética para evitar que Checoslovaquia buscara un rostro humano para su socialismo.

Mientras tanto Geremek se había convertido en excelso historiador del medievo, pasión que le llevo a estudiar el posgrado en Francia como alumno de la famosa escuela de Fernand Braudel. Su primer libro, fruto de aquellos estudios, dedicado al mundo del hampa en el París medieval, le había de merecer desesperados sarcasmos por parte del régimen comunista que le pretendía ridiculizar como portavoz del lumpen tras su encarcelamiento, junto a los demás líderes del sindicato Solidarnosc, ilegalizado en el año 1981.

Ya antes, su vocación pública le había llevado a compaginar la carrera científica con la política. A finales de la década de los 70. se sumó a la incipiente oposición democrática y en agosto de 1980 arribó a los astilleros de Gdansk, en plena huelga, como uno de los contados intelectuales con valor cívico suficiente para ofrecerle sus buenos oficios de consejero al flamante líder obrero Lech Walesa.

Después de la represión de Solidarnosc en 1981, Geremek se quedó para siempre con la causa de la democracia e independencia de Polonia. Ocho años más tarde, cuando se produjo el famoso pacto de la mesa redonda entre Solidarnosc y el régimen comunista caduco, fue él, junto a Jacek Kuron, Adam Michnik y Tadeusz Mazowiecki, uno de los máximos ideólogos y artífices de la democracia y en los que se apoyó Walesa y Solidarnosc. Este corresponsal de La Vanguardia le recuerda como conversaba, con su eterna pipa en las manos y su extrema soltura dialéctica sobre política e historia, hablando en polaco, inglés, francés, italiano o español, según la conveniencia y la nacionalidad del interlocutor.

Los 19 años posteriores a aquel gran momento de la Polonia moderna le supusieron una sucesión de reconocimientos en su país y en Europa: diputado, ministro de exteriores que llevó a su país a la OTAN, líder del partido liberal, eurodiputado, profesor y miembro de academias y doctor honoris causa de mas de una veintena de universidades. Una larga cadena de responsabilidades que bien se mereció quien quedará como uno de los padres fundadores y referentes de la Polonia democrática.

14-VII-08, M. Stasinski, lavanguardia