´Finales del espejismo afgano´, Ricardo Angoso

Cuando han pasado ya siete años desde Estados Unidos, apoyado por una amplia coalición de aliados, invadiera este país los resultados sobre el terreno muestran que la guerrilla parece llevar la iniciativa y que golpea allí donde hace más daño a los occidentales: objetivos civiles, tales como escuelas, hospitales y edificios públicos, y cuarteles de las potencias presentes en este complejo e indómito territorio.

Se trata, en definitiva, de desacreditar la intervención occidental ante la opinión pública afgana, para volverla en contra de la OTAN y las países con fuerzas sobre el territorio. La insurgencia, como es de suponer, intenta causar bajas a las fuerzas presentes en Afganistán con el fin de hacer desistir a estos países en su afán por continuar en suelo afgano. Se trata de un ejercicio de deslegitimación de la intervención occidental que puede dar resultados a largo plazo; las opiniones públicas pueden comenzar a mostrar su hastío y la paciencia, sin resultados tangibles sobre el terreno, puede tener un límite.

Pese a la insistencia norteamericana en que los Estados occidentales, pero sobre todo los miembros de la OTAN, deben ampliar sus fuerzas en Afganistán y redoblar los esfuerzos, los resultados sobre el terreno no inducen a ser demasiado optimistas. Este año, por ejemplo, ya van más de 2.100 víctimas de enero a junio y se detecta un incremento de la acción terrorista en Kabul, donde ya ha habido atentados en zonas supuestamente de "alta seguridad", embajadas extranjeras, hoteles frecuentados por occidentales y recintos oficiales de las autoridades afganas. El actual ejecutivo de Kabul es incapaz de garantizar la seguridad ni siquiera en la capital.

Nos encontramos con un conflicto difícil de ganar. Una guerra asimétrica que tiene como objetivo ir minando a las fuerzas de seguridad del país y a los civiles con emboscadas, bombas, ataques suicidas, asesinatos, secuestros y acciones indiscriminadas, tal como reflejaba recientemente un informe presentado por el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon. No debemos olvidar que hasta ahora ningún ejército convencional ha ganado una guerra de guerrillas, desde la guerra de la independencia española hasta el sonoro naufragio de las tropas soviéticas casualmente en Afganistán, pasando por Argelia, Corea y el Vietnam.

En este contexto, y cuando el espejismo afgano se va diluyendo sobre el cruento horizonte de la realidad de este complejo país, los Estados Unidos ya han reconocido que varias fuerzas insurgentes se están reorganizando y que incluso en los últimos meses han avanzando en sus capacidades operativas. Entre las mismas, y citó fuentes de un estudio presentado por el Pentágono el mes pasado, en el este del territorio se está organizando una segunda insurgencia liderada por miembros de Al Qaeda, grupos de militantes islamistas procedentes de Pakistán y el Hizb-i-Islamí, una guerrilla armada en el pasado por los Estados Unidos y ahora claramente en el bando antioccidental. Es decir, que a los grupos hostiles ya conocidos, como los nunca desaparecidos talibanes, se les vendría ahora a unir ahora estos nuevos grupos terroristas. Un escenario, desde luego, nada esperanzador. El avispero afgano seguirá dando más noticias.

18-VII-08, Ricardo Angoso, infomedio