īNiņas mutiladas, mujeres marcadasī, Pilar Rahola

La mujer con la que hablo es negra. O, para decirlo en la versión politically correct obligada en EE. UU., es una afroamericana, una de esas bellísimas mujeres de rasgos marcados y piel sedosa que, en nuestro país, ilustrarían la portada de una revista de moda. Sin embargo, en Nueva York pasean por la calle su belleza con despreocupación, como si fueran parte del paisaje. Hay muchas mujeres bellas en las calles de Nueva York. De todas las condiciones: asiáticas, nórdicas, latinas, negras, indias... Ciertamente, esta es la ciudad donde el mundo converge, como si fuera un sugerente retrato del microcosmos.

Retorno a la charla con mi colega, una profesora de la Columbia y ardua activista de los derechos civiles. Hablamos de la mujer, del techo de cristal que aún achica los horizontes lejanos femeninos. La conversación nos deriva hacia Hillary Clinton. ¿Su condición femenina ha pesado en su derrota? Largo mutis. "Pesa en la antipatía que genera a muchos hombres, que la ven como una competidora. Pero no ha perdido por mujer, ha perdido por ser la mujer de Bill Clinton". Ella apoyaba a Hillary y ahora votará a Obama a disgusto. "No es un tipo claro, pero McCain es peor. Quizás no vote…".

En estas, le comento la información que leí en La Vanguardia Digital:"Los mossos impiden 40 ablaciones de clítoris cada año", y derivamos hacia esta brutal tragedia. Una tragedia cuyas diversas variantes son la propia variante del horror: la conocida como circuncisión Sunna, que significa la escisión de la punta del clítoris; la ablación, con extirpación completa del clítoris; o la más terrible, la infibulación o circuncisión faraónica, que extirpa clítoris, labios, parte del útero y cose con todo tipo de materiales (alambres, hilos de pesca, fibras…) ambos lados de la vulva. Sólo se deja un pequeño orificio para las necesidades obvias.

Aunque la ablación implica el 80% de los casos, un 15% de niñas sufre la temible infibulación. Si los datos refieren que cerca de 140 millones de mujeres han sufrido mutilación genital, significa que más de 20 millones de ellas vivirán toda su vida completamente mutiladas. Por supuesto, ninguna de las 140 millones de mujeres podrán saber nunca lo que es la sexualidad, y tanto los partos como las menstruaciones serán un calvario. Estos son hoy, en pleno siglo XXI, los datos de esta terrible y demoniaca práctica.

Hace algunos años, pude conocer a Waris Dirie, la mujer somalí que sufrió infibulación a los cinco años, y a los 13 cruzó todo el desierto somalí, escapando de un matrimonio obligado con un hombre de 60 años. Su historia, explicada en el bello libro La flor del desierto,es conocida. Encontró a su tío que viajaba a Londres y la utilizó como criada. Se quedó en Inglaterra, aprendió inglés, trabajó de camarera y finalmente un cazador de bellezas la descubrió y la convirtió en modelo de Revlon. Llegó a actuar junto al James Bond Timothy Dalton en Alta tensión.Cuando la famosa Barbara Walters le hizo una entrevista, habló por primera vez de su tragedia. Hoy es embajadora de la ONU contra esta práctica.

Waris, que preside una fundación de lucha contra la mutilación, asegura que hay 500.000 mujeres afectadas o en riesgo de sufrir esta práctica en Europa. En el mundo, según la ONU, cada año aumenta en dos millones la cifra de mujeres mutiladas. Y aunque algunos países empiezan a plantear tímidas restricciones, la práctica goza de muy buena salud.

¿Algo por hacer en Europa? Mucho aún. Tener protocolos de actuación urgente, como los que funcionan en Catalunya y han permitido el magnífico trabajo de los Mossos. Muchos países no los tienen. Exigir que las distintas religiones combatan esta práctica, cosa que no ocurre. Considerarla un delito penal. Prohibir la salida de las menores del país si existe riesgo. Y en caso de riesgo reiterado, retirar la custodia a los padres. La mutilación genital es una ignominiosa violencia contra la infancia y cualquier actitud que no sea de tolerancia cero deriva en desprotección de la víctima e impunidad. Una impunidad que mutila a más de 6.000 niñas cada día. ¡Seis mil! ¿Puede haber más horror en una cifra?

20-VII-08, Pilar Rahola, lavanguardia