´Vicisitudes de la vida moral´, Baltasar Porcel

Se propaga que los jóvenes no leen, presos por el televisor, algunos conciertos de rock y canutillos drogatas. Luego, yo debo de conocer a bichos selváticos, pues mantengo cierta relación juvenil, en general estudiantil y con encuentros universitarios articulados por profesores. Y es gente con interés hacia los libros y los periódicos.

Así, vienen varios de ellos, sensibles a la inquietud artística y literaria, con la ingenua y entrañable demanda de normas para otear en su vida. En invierno aperreada para decidir opciones ideales, pero en verano con tiempo ensimismado. Y, aunque sea escéptico sobre esos cánones, acudo a jugar, incluso divertido de objetivarme alguna opinión.

Luego, si desean triunfar u obtener un puesto, en lo que sea, deben ingresar en un grupo de presión político o cultural, y ahí medrar dando coba ortodoxa, rentable mediocridad. Pero la evitará quien aspire a proyección personal y nervio intuitivo. Sabiendo que resultará duro, acaso mucho.

Para lo que tendrá que escuchar sin trabas y limar sus ideas y sentimiento.

Aunque procurando pactar con sectores del entorno, para alcanzar viabilidad. Sin embargo, debe creerse algo en esto, ser sincero y no cínico.

Mientras, en su interior será inverso: cuanto más firme sea en su objetivo, más lo cribará. O sea, un asomo de esquizofrenia: ser fuerte no significa echarse al vacío sino poseer entereza para soportar el relativismo inserto en la naturaleza del mundo.

Luego, la voluntad es tan decisiva como la certeza, la lucidez como el entusiasmo. Nada vale entregar una vida, ¡ojo con cualquier revolución o redención!, si el objetivo no resulta incorporable a la felicidad de uno.

Y, sin duda, se pueden tratar el poder y el dinero, las doctrinas, pero con infidelidad o astucia, pues se trata de aditamentos cuyos usufructuarios confunden con la verdad y la inteligencia, indecente gula. Y hay que huir de mentalidades conservadoras, son como pésames para un difunto.

Igualmente es necesario erradicar la idea del éxito como máxima meta. Vale más el razonado placer en la lucha y la soledad. Aunque pueda acompañarlas el amor; o sea, la consecución de un ámbito humano e íntimo. Y, en caso de duda creadora, acudir a los libros que han perdurado en la literatura, y al arte visible en los museos: esta es la clave de la conservación vectora, no el inmóvil respeto.

Y abomínese de la crueldad y el monoteísmo. La dicha y la libertad son hechos, no teorías. Un niño negro muerto en una patera tiene que pesar más en la fe y conciencia que los poderes que imperan en las tierras y las aguas que han alimentado la tragedia.

Hay que ser muy ambicioso, trabajando mucho; crear es como atravesar el duro mar o deleitarse en la noche luminosa. El gran Píndaro afirmaba: "La vida es perecedera, pero sus días pueden ser inmortales".

27-VII-08, Baltasar Porcel, lavanguardia