´Contra la integración´, Daniel Arenas

Ha desaparecido la referencia al "contrato de integración" del borrador del Pacto Europeo de Inmigración y Asilo. Es una buena noticia, aunque discutible, el marco escogido para debatir el borrador: la glamurosa Cannes, en vez de una localidad más afín al tema como Marsella, o Toulouse, que acogió a exiliados republicanos. ¿Es que no queda nadie en las cancillerías que preste atención a los detalles? Como en la reciente cumbre del G-8 en Japón: se iba a tratar la crisis alimentaria mundial y los dignatarios lo celebraron con un fastuoso menú de 19 platos llamado "Bendiciones de la tierra y el mar". Alguien no se ha enterado de que vivimos en un mundo de acceso instantáneo a este tipo de información.

Efectivamente, con el tema de la inmigración vamos dando bandazos: primero la directiva del Retorno, después el Pacto Europeo. Se ha dicho que se necesitan políticas comunes, que los dieciocho meses de internamiento fijan un máximo, no un mínimo, y que todo ello significa un progreso respecto a lo que se hace en algunos países. Pero con esta directiva y este pacto se refuerza la percepción de la inmigración como causa de problemas. Otra vez los detalles: ¿será una simple coincidencia que se esté hablando tanto de inmigración este verano? ¿O se trata del viejo truco de hacer creer a los más perjudicados por la crisis que la culpa es de los otros, los diferentes?

Aunque lo nieguen, se corrobora la idea de Europa como fortaleza. Todo ello tiene repercusiones en nuestra imagen internacional. No debería dilapidarse tan alegremente el "poder blando" europeo. Como escribe Josep Fontana en Europa ante el espejo:"una de las pocas lecciones de la historia que parecen tener validez universal es que ninguna muralla protege permanentemente a una colectividad de los invasores que la amenazan, si no consigue establecer alguna forma de pacto con ellos".

Volviendo al borrador del Pacto Europeo, se dicen cosas sensatas en su preámbulo que llevan tiempo repitiendo economistas y demógrafos: que las migraciones son un motor del crecimiento económico de la UE y que no tiene sentido plantear una inmigración cero. Se podría haber añadido que dentro de no muchos años vamos a pelearnos para atraer inmigrantes.

Por suerte, se elimina el "contrato de integración". Y es que cada vez que suena "integración" le entran a uno ganas de salir corriendo: ¿Estaré yo lo suficientemente integrado? ¿Se integra mejor un marroquí que lleva aquí diez años que un letón que llegó la semana pasada? ¿Qué cláusulas poner en ese contrato?

Sin embargo, se han colado elementos en el borrador como el compromiso de los estados de promover su lengua y el respeto por su identidad. Sorprende que la UE deba asumir un papel tan superfluo como el de recordarles a los estados que se preocupen de su propia lengua e identidad. (Evidentemente nadie habla aquí de lenguas e identidades regionales).Un síntoma más de que la UE, más que encarnar la etapa posterior a la del estado nación, es su búnker.

En cualquier caso, mejor enterrar la palabra integración. Los estados deberían promover el aprendizaje no de una, sino de varias lenguas y el respeto a todas las identidades. No para lograr algo tan ininteligible como la integración, sino para que los inmigrantes - y los demás- tengan más oportunidades de encontrar trabajo, formar empresas, buscar vivienda, entablar relaciones y mejorar su calidad de vida.

13-VIII-08, Daniel Arenas, lavanguardia