´Georgia y la conspiración´, Francesc-Marc Álvaro

Una de las señas de identidad de todo pensamiento reaccionario y totalitario es la sustitución del análisis basado en hechos y datos por la apelación a oscuras teorías de la conspiración. Totalitarios de derecha y totalitarios de izquierda rematan sus discursos con el gran hallazgo: todo obedece a una conspiración secreta, urdida - casi siempre- por la mano negra del Gobierno de Estados Unidos. El último conflicto en el Cáucaso no se ha salvado de estos cuentos. Según los amantes de este género de ficción, lo que hoy ocurre en Georgia responde a un movimiento de piezas de Washington, calculado al detalle para provocar el choque entre la UE y Rusia con el fin de debilitar a la primera. Al parecer, si Bruselas y Moscú no se entienden es por culpa del pérfido Bush.

Es una pena que la realidad contradiga a estos aspirantes a novelista. En la cumbre Unión Europea-Rusia celebrada en octubre del año pasado, Putin, que entonces todavía ejercía como presidente, jugó a la provocación directa cuestionando la libertad en los países de la UE y anunció la creación de un instituto para vigilar los derechos humanos a este lado del continente. En el plano de los intereses, quedó claro que los planes de Bruselas para el mercado energético europeo chocan con las ambiciones de Gazprom, la poderosa compañía controlada y utilizada a placer por el Kremlin. Además, los países más importantes de la UE son, a la vez, miembros de la OTAN, alianza militar que Rusia no está dispuesta a ver crecer mediante estados que, antes, formaron parte del bloque soviético.

Es comprensible que aquellos países que ayer soportaron el imperialismo soviético busquen ahora en la OTAN y la UE la manera de blindarse ante la indisimulada voluntad de Moscú de reconstruir, incluso por la fuerza, su espacio de dominio. Así lo entendieron, por ejemplo, polacos, rumanos y checos. Los georgianos y los ucranianos hacen el mismo razonamiento, pero la geografía se lo pone más difícil. Hay que leer a Václav Havel (que no es un neocon)para curarnos de la propaganda de quienes sólo hacen sonar las cacerolas contra los yanquis. Pero todo esto nos conduce a una pregunta muy complicada: ¿Dónde acaba en realidad Europa? ¿Por qué los turcos sí y los georgianos no?

El paso en falso del presidente de Georgia, enfrentándose a las milicias prorrusas de Osetia del Sur, no se entendería si no tenemos presente la presión de Moscú en la zona y el bloqueo del grupo de trabajo georgiano-osetio, del que formaba parte el moderado líder sudosetio autonomista Dmitri Sanakoyev. Putin y su fiel Medvedev buscaban un pretexto para meter los tanques en Georgia y castigar los anhelos occidentales del vecino. El error de Saakashvili se lo regaló. Los soldados rusos son "garantes de paz", afirma Medvedev. Seguro que los chechenos pueden corroborarlo.

17-VIII-08, Francesc-Marc Álvaro, lavanguardia