´Llamemos a cada cosa por su nombre´, Quim Monzó

El miércoles, La Vanguardia daba la noticia de que David Duchovny - que fue el agente Mulder en Expediente X y que en Californication interpreta a un novelista con bloqueo- ha entrado en un centro de rehabilitación "para tratarse de su adicción al sexo".

Con toda sinceridad, debo confesarles que a mí, todo eso de la adicción al sexo, me ha parecido siempre bastante extraño. ¿Quién es adicto al sexo? ¿Qué se supone que le pasa? ¿Que está todo el día dale que te pego y que nunca tiene bastante? Pero ¿quién es el juez que decide la línea que marca los límites entre la actividad sexual regular y la supuesta adicción? A lo largo de la vida he conocido personas que con casi nada tienen de sobras y, otras que, en cambio, apenas se toman pausas, y eso es para ellas lo normal. ¿Y la palabra adicción es la correcta? No sé. Yo, cuando pienso en una adicción, pienso en otra cosa. En las adicciones hay siempre una sustancia a la que te enganchas. Yo puedo ser adicto al alcohol, a la mescalina o al tabaco. Todas esas sustancias están fuera de mí. Pero el sexo no: el sexo está en mi cuerpo, en mi cerebro, lo comparta o no con otras personas.

Por eso he quedado encantado cuando he leído en la edición digital del canadiense Globe and Mail la noticia de que, en efecto, hablar de adicción al sexo está fuera de lugar. Que muchos psicólogos y terapeutas dicen que la adicción al sexo es un invento "de la pseudociencia". La Asociación Americana de Psiquiatras - que publica el Manual estadístico de desórdenes mentales,por el que se rigen- no incluye la adicción al sexo, porque la consideran una patraña. En la noticia, Paul Fedoroff, psiquiatra y director de la Clínica de Comportamientos Sexuales del Real Centro de Salud Mental de Ottawa, dice que definir qué es exactamente exceso de actividad sexual es muy difícil, y que lo que los diarios llaman adicción al sexo no lo es: porque no se dan las condiciones básicas de una adicción. A saber: dependencia de una sustancia externa, tolerancia cada vez mayor a esa sustancia y síndrome de abstinencia cuando dejas de tomarla. Dice Fedoroff: "Si empezamos a hablar de adicción al sexo, también tendríamos que empezar a hablar de adicción a dormir, a comer o a respirar". Y las cosas son como son. Propone que, en vez de adicción, se le llame interés, preocupación u obsesión por el sexo.

De modo que cuando, cualquier otro día de estos, en grandes titulares nos expliquen que el agente artístico de David Duchovny - o de Michael Douglas, Billy Bob Thornton, Ozzy Osbourne, Penny Lancaster...- anuncia que su representado está en tratamiento por adicción al sexo, abriremos bien las manos, las colocaremos junto a la boca a guisa de megáfono y gritaremos con todas nuestras fuerzas: "¡Menos lobos, Caperucita!".

6-IX-08, Quim Monzó, lavanguardia