“El įguila de dos cabezas“, Baltasar Porcel

Varios amigos, uno Josep Cuní, estuvieron en Denver en el enorme mitin de Obama. Y se entusiasmaron con que el candidato obtuviera más audiencia mediática que la clausura de los Juegos chinos. Lo que críticamente no extraña: el evento ha servido a Pekín para desollar aún más a la población. Lo que choca con el propósito de Coubertin al refundar los Juegos, pero eso le importa un pito al geriátrico COI del negociazo turístico y publicitario. Aunque en ese entusiasmo había más, pues Obama clamó que tanto ocuparse de él resulta tonto, pues lo decisivo eran las 80.000 personas que allí aplaudían: la educación de sus hijos, sus sueldos, la salud ambiental, los abusivos impuestos. ¿Qué político hispano expondría un programa parejo, enfrascados como están en sí mismos e intentando que la gente no crea en la gravedad de la crisis que nos postra? Ya hay tanto parado como población acoge Barcelona.

Y es que a los líderes partitocráticas de España les ocurre como a aquel príncipe de la obra teatral de Jean Cocteau que veía en sus escudos el águila - más o menos Austria- de dos cabezas. Y un día, en el bosque, se encontró con un águila real, y le pareció extraña porque sólo tenía una testa.

Políticos los indígenas que sí fliparon con los Juegos, creyendo - insisto- que los atletas españoles representaban menos un formidable esfuerzo propio que al Estado uniformista y absentista. ¿Seguirán, pues, embelesados en su águila de dos cabezas, y no en la cesta de la compra de los ciudadanos? Y hablando de animales, hay que celebrar que la primatóloga Jane Goodall venga cada vez más a Barcelona, impartiéndonos su cruzada a favor y desde los animales. Cuando creé, y timoneé hasta dimitir, el Premi Internacional Catalunya, un año el jurado estaba decidido a galardonarla.

Incluso para ligarlo viajé a la ciudad inglesa de Bournemouth, pasando una helada Navidad con ella y su anciana madre. Además, había estado con su ex marido Hugo van Lawick, con quien conocí a los grandes y perezosos leones del añorado Serengueti.

Bien, pues no tuvo premio, porque esta fue la única ocasión en que la Generalitat me vetó un candidato, con el argumento de que los chimpancés de Goodall no iban a aportar nada a la nacionalidad catalana. Sentí vergüenza también patria, pero debí obedecer. Aunque felizmente recibió ella al poco el Príncipe de Asturias.

En fin, que en Catalunya se entienden a menudo más las enclaustradas águilas de dos cabezas que esa noción de la profunda y dinámica unidad del mundo con sus seres, mutuamente incrustados y libres. Como ya intuía Anaxágoras y sabe Barack Obama. Y ahora aquí ni empieza a su tiempo el periodo escolar, como pasa sin excusa en España y Europa; tampoco se considerará prioridad nacional. Pero, en fin, celebremos el Onze de Setembre con la comodidad habitual.

10-IX-08, Baltasar Porcel, lavanguardia