´Ésta no será la última´, Antonio Argandoña

Dos personas hablan en un chiste. Una señala a lo lejos. "Aquel es Fulano. Lo llamábamos el valiente, porque jugaba a meter el brazo en la boca de los cocodrilos. Ahora lo llamamos el manco".

El riesgo existe, aunque la familiaridad y el dominio de la técnica invitan a olvidarlo. Esta crisis ha sido, en buena medida, una crisis de gestión de riesgo. Los que compraban una casa pensaban que tenían una buena garantía, y que, en caso de necesidad, podrían negociar un arreglo con el banco. Y este sabía que, si el deudor no pagaba, se encontraría una solución: en última instancia, se quedaría con la casa. Pero unos y otros olvidaron el riesgo del sistema: si mil clientes no pueden pagar la hipoteca, o si otros bancos no quieren prestar al mío, la solución se complica.

El negocio financiero exige prudencia a las dos partes: al banco y al particular. El banco hizo mal pensando que los años buenos no se acabarían nunca y que los deudores pagarían sus hipotecas. Y el cliente no se paró a pensar si podría hacer frente a su hipoteca cuando los tipos de interés subiesen tres puntos y el desempleo amenazase la continuidad de sus ingresos.

Es muy fácil echar la culpa a la codicia. Nos acordamos, claro, de la codicia de los directivos de los bancos quebrados, con sus sueldos multimillonarios. Y nos olvidamos de que fuimos nosotros los que presionamos a nuestro fondo de pensiones para que buscase rentabilidades más altas, sin querer enterarnos de que rentabilidades más altas implican riesgos mayores.

La codicia no la crea el mercado: la ponemos las personas. Tampoco el Estado que va a regular nuestro sistema financiero se puede poner como modelo de sensatez, cuando él mismo ha permitido los aumentos de liquidez que elevaron el precio de los activos o fomentó las hipotecas subprime como parte de una "política social" que ha acabado siendo irresponsable.

Esta crisis financiera no es la primera, ni será la última. Estamos aprendiendo algo de ella, y tomaremos medidas para evitar que se repita. Lo explicaba muy bien una profesora norteamericana: "Cuando llega la crisis, los que toman las decisiones se sienten obligados a expresar su consternación; luego, proceden a saltarse todas las reglas del manual (lo hemos visto en los últimos días). Y cuando lo peor ha pasado, renuncian a su apostasía y prometen portarse bien la próxima vez". Seguramente, nos pasaremos en la regulación, y las medidas tendrán efectos negativos. Y las corregiremos. Y empezaremos a preparar la próxima crisis.

19-X-08, Antonio Argandoña, lavanguardia