´Por una organización mundial de la(s) democracia(s)´, Daniele Capezzone

Los radicales hablan desde hace tiempo de los “Estados Unidos de Europa y de América” como medio, como instrumento, como atrezzo útil por y hacia el objetivo de constituir una “Organización Mundial de la Democracia”, esto es, de un orden internacional cuyo parámetro de referencia para juzgar un país, para admitirlo en las diferentes organizaciones internacionales sea no la mera existencia en el mapa, sino su capacidad de garantizar y promover libertad, democracia, derecho, Derechos.

Si Sudán está en la Comisión de Derechos Humanos…

En definitiva, se trataría de una nueva alianza, un nuevo encuentro entre Europa y Estados Unidos para concebir de nuevo las relaciones internacionales actuales. Hace más de cincuenta años, el mundo supo reaccionar a los horrores de la Segunda Guerra Mundial con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y con la Carta fundacional de la ONU, prefigurando un orden internacional centrado en la promoción de la libertad y la democracia. Ha llegado el momento de preguntarse si, por casualidad, aquellas intenciones no han quedado en papel mojado, y si no es ya hora - para la ONU- de volver al espíritu y a la letra de su Carta.

Sería necesario, en primer lugar, que las democracias aprendieran a trabajar juntas, a hacer frente común, a pensar conjuntamente. Obviamente, de entrada, fuera de las Naciones Unidas, agregándose con base a objetivos precisos, como es siempre posible. Pero también dentro de la ONU, y en cualquier otro foro internacional. Sobre esto, es preciso ser claros: no se trata de estar “contra la ONU” y “contra el multilateralismo”, pero sí ciertamente “contra esta Onu” y “contra este multilateralismo”. Por poner sólo dos ejemplos: la Italia posfascista entró en la ONU en 1955, diez años después del final de la Segunda Guerra Mundial, y las dos Alemanias no recibieron “luz verde” hasta 1973. Sin embargo, ¿Cómo es posible que hoy en día se pueda pertenecer a estas estructuras prescindiendo totalmente de los estándares democráticos? ¿Cómo es posible que Sudán, teatro de un auténtico genocidio en curso, haya entrado triunfalmente a formar parte de la Comisión de Derechos Humanos? ¿Y cómo puede Naciones Unidas seguir traicionando los mismos principios que la vieron nacer?

Objetivo: derrocar a los 43 dictadores que quedan

Hasta ahora, hemos visto muchas “coaliciones” trabajar eficazmente, aunque con objetivos detestables: es hora de que quien trabaje conjuntamente en un modo igualmente eficaz pero en la dirección correcta sea el “Eje de las Democracias”. La mayoría de los Estados miembro de la ONU fueron durante un tiempo gobernados por dictadores, pero ahora alrededor de las dos terceras partes cuentan con gobiernos democráticamente elegidos. ¿Pueden las democracias trabajar juntas para devolverle su integridad a la Comisión de Derechos Humanos? Esta es la pregunta por la que hay que empezar.

Una posible respuesta proviene de los radicales italianos y transnacionales de Marco Pannella y Emma Bonino, quienes están contribuyendo a la formación de una alianza de ONGs y personalidades que, con el apoyo de los más variados gobiernos, naturalmente, lucha por la constitución de un Democracy Caucus, de un “grupo democratico” en las Naciones Unidas. Es posible realizar pasos decididos y decisivos en esta dirección. También esto puede servir a aislar, a dejar en minoría, después a desestabilizar y finalmente a derrocar (sin pegar un tiro, o sea, sin tener que recurrir a los instrumentos militares tradicionales) esos 43 dictadores que el embajador Mark Palmer ha contabilizado recientemente en su último libro.

¿Logrará Europa ser protagonista (más bien, como sería deseable, co-protagonista) de esta aventura? Se trata de una ocasión que en mi opinión no debemos, no podemos, dejar escapar.

16-IX-04, Daniele Capezzone, cafebabel