´Sin ánimo de lucro (y otras historias)´, Quim Monzó

Un juzgado de Girona tiene que decidir si es procedente el despido de una mujer de la limpieza que trabajaba en el geriátrico que las Hermanitas de los Pobres tienen en esa ciudad. La trabajadora despedida explica que siempre había cumplido con sus obligaciones y que, un día, se encontró con que las monjas le abrieron un expediente disciplinario. Al cabo de poco el expediente acabó en despido.

Me entero de la historia por una crónica de Marc Rovira en el Diari de Girona.Según parece, murió un anciano que estaba en ese geriátrico. Un anciano sin herederos de ningún tipo. En su testamento ha dejado a la trabajadora todo lo que tenía: un piso y los 90.000 euros que había ahorrado. Dicen las monjas que no debería haberlo aceptado porque la herencia del muerto tenía que ser para ellas. El caso se vio el jueves pasado. Escribe Rovira: "La superiora admitió ante la jueza que, efectivamente, el hecho de que la trabajadora hubiese aceptado la herencia del anciano era motivo más que suficiente para despedirla, ya que, dijo, eso suponía una falta a la orden.

También admitió que, en vez de beneficiarse la limpiadora, el testamento tenía que ser para la congregación. A preguntas de la abogada de la denunciante, la superiora justificó su razonamiento en base a que las Hermanitas de los Pobres trabajan sin ánimo de lucro y, por lo tanto, necesitan las herencias de sus residentes para hacer frente a los gastos de cada día".

Uno de los momentos jugosos del juicio es cuando las monjas explican que al entrar el anciano en el geriátrico hizo testamento a favor de ellas, y que ven mal que luego lo cambiase. ¿Y cómo sabían que el anciano había testado en principio a favor de ellas? La crónica lo explica: "Dice la madre superiora que ellas no obligan a nadie a testar a favor de la congregación, pero que es cierto que el anciano les había dejado su patrimonio. La monja declaró que estaba segura de ello porque hermanas de la congregación habían acompañado al anciano a la notaría, para que hiciese testamento".

No sé ustedes, pero yo, si intento imaginar el viaje al notario de las monjas y el anciano, para que este teste a favor de ellas, pienso en Berlanga. Pienso también en Berlanga - o en el primer Ferreri- cuando imagino la secuencia en la que las monjas se extrañan de que el notario no las llame para que se queden el dinero y el piso. Secuencia a la que, acto seguido, sigue otra en la que la superiora pregunta a la trabajadora de la limpieza si no será que el muerto ha testado a favor de ella. Y pienso en Berlanga, en el primer Ferreri y en Almodóvar cuando imagino la reunión de las monjas para decidir que a la fregona le van a abrir un expediente disciplinario por haberse quedado la pasta y el piso del fiambre. Qué grande es el cine y cuántas buenas historias hay aún por contar.

28-X-08, Quim Monzó, lavanguardia